12 de abril,
viernes
¿Cómo te van las cosas?.-
Es la pregunta más felizmente rutinaria. O la más inquietante.
La solemos contestar así:
van tirando,
o vamos tirando,
o van…
A veces no contestamos nada, despistamos y en alguna soledad rumiamos la respuesta, de tan dudoso todo,
pues,
¿de quién tiran las cosas?
¿o de qué cosas tiramos?
¡! Ay, el verbo “tirar” como respuesta,
y el metafísico, misterioso, acreditado “ir”,
voy-vas-va-vamos-vais-van…
13 de abril,
sábado
La ventana de Johary.-
Joseph Luft y Harry Ingham inventaron lo que llamaron “La ventana de Johary”, que ayuda a visualizar el intercambio de información entre uno mismo y los demás.
Una de sus cuatro partes la denominaron “área ciega”, que visualiza todo lo que los demás ven y perciben de nuestro propio yo y que nosotros ignoramos,
área ésta que, me parece, es la más perturbadora, pues nos hace muy frágiles frente a propósitos y comportamientos del exterior, y puede afectar a nuestra propia posición en el mundo, tanto ideológica como práctica.
El “área ciega” es equivalente a un déficit de auto conocimiento, y de conocimiento de lo que nos rodea, tanto de lo cercano como de lo lejano.
Por lo tanto, representa un espacio de la realidad sobre la que no tenemos opinión propia, ni posición propia, y, en consecuencia, somos terreno propicio para toda clase de credulidades, las que inventamos nosotros mismos y las que otros inventan para que las consumamos.
Tener un área ciega grande hace posible el fanatismo; a mayor área ciega más posibilidades de ideas extremas y de polarización,
y menos posibilidades de practicar el debate racional y las actitudes crítica e ilustradas propias de la democracia.
Podríamos decir que las áreas ciegas de los ciudadanos en nuestra sociedad se amplían por la complejidad creciente que aporta el progreso acelerado, unido a la imposibilidad material de las personas de hacer un seguimiento y reflexión sobre esa realidad, tan atareados como estamos en trabajar, ganar dinero, viajar y disfrutar del placebo del aturdimiento.
Es decir, un área ciega amplia nos sitúa en una situación de vulnerabilidad, puesto que, por la propia definición de la ventana de Johary, los demás sí que conocen lo que nosotros no conocemos de nosotros mismos, conocen nuestras ignorancias y las dificultades para salir de ellas, y conocen muy bien lo que les interesa de nosotros: reacciones, hábitos, costumbres, sentimientos, deseos, futuribles.
Hay personas y grupos que se dedican a hacer negocio con los demás de las múltiples maneras que esto puede hacerse, sobre todo difundiendo información sesgada, cargada de bulos y de noticias falsas, apelando a desencadenar los mecanismos de reacción y de indignación de la gente. Estas estrategias coinciden todas en mantener grande el área ciega de las personas sustituyendo aprendizaje por credulidad, y lucrándose de esta credulidad, facilitando respuestas simples, de sí o no, polarizadas, populistas, sustituyendo con respuestas emocionales las deseables racionales y propias.
Es tan compleja la realidad y tan acaparador el tiempo que dedicamos al trabajo y a la distracción que se consolida la tendencia a que esta “área ciega” de la que hablan Joseph Lutf y Harry Ingham siga creciendo,
y, simultáneamente,
siga aumentando la capacidad de los demás a que la conozcan, y por procedimientos más automatizados: todos somos ya carne de cañón de los algoritmos administrados por máquinas.
De aquí que el mundo haya entrado en una fase profunda de polarización, de política polarizada, de dificultad amplia para consensos, donde priman los extremos y en donde aquello de “In medio est virtus” resulta una paparruchada.
Pero, claro, vivimos ahora y en este mundo, en el que las fuentes de información y de formación de opinión son muchas, más inmediatas y más interactivas, en una esfera pública extremadamente digitalizada que pueden arrastrarnos, y lo hacen, a dinámicas grupales de simplificación, y a que resulte mucho más difícil las posiciones individuales sosegadas y ecuánimes lejanas de los extremos,
pero,
aunque existan,
y existen,
son arrastradas por las bunkerizaciones grupales.
Me temo que no tenemos escudos protectores para defendernos de quienes tanto saben de nosotros. Invertimos más en escudos contra drones y misiles que en educación protectora contra la ignorancia y la credulidad y a favor del acto de pensar por uno mismo.
14 de abril,
domingo
En la vida familiar.-
Los hijos de poca edad son espectadores aterrorizados y desconcertados de las agresiones y maltratos entre el padre y la madre.