2 de septiembre,
viernes
Me importan todos los significados que anota el Diccionario de la Lengua Española sobre la palabra “Dietario”, que da título a las colaboraciones que pretendo escribir entre el 1 de septiembre de 2022 y el 30 de junio de 2023. El Diccionario dice:
1.- Libro en el que se anotan los ingresos y gastos diarios de una casa.
2.- Diario personal.
3.- Libro en el que los cronistas de Aragón escribían los sucesos más notables.
El primero de los significados me viene de perlas porque me dará cuenta de la situación de mis recursos existenciales, de manera que pueda valorar cuánto puedo gastar teniendo en cuenta las entradas actuales y previsibles a corto plazo, pues de ello dependen, mucho, los estados de equilibrio de las personas, su salud, su madurez.
El segundo tiene que ver con una cierta necesidad de escribir mis observaciones, dudas, asombros, esperas, reflexiones, alegrías, penas, silencios…en aras a poder mirarme después en mi reflejo, y, por ello, alborozarme o tediarme, contemplar el gozo de existir o la pena de la existencia.
Y el tercero me va a permitir reaccionar a los acontecimientos que me parezcan que ofrecen un punto de interés durante el tiempo del año al que queda circunscrito el dietario.
3 de septiembre, sábado
Estos días tengo una extemporánea sensación de comienzo de curso, como si este dietario me alertase de uno más entre aquellos años en Teruel y en Madrid, que ocuparon la pubertad, la adolescencia y el inicio de la edad adulta. Cuánta emoción de aquel tiempo en el que sucedieron tantas cosas, que la afirmo (la emoción) y las afirmo (las cosas) sin necesidad de probar ni una ni otras.
Y cuánta expectación, tantas veces ingenua.
No podía pensar entonces que, mucho tiempo después, cuando los títulos académicos ya no sirven para nada y los hacemos desaparecer en el fuego misericordioso, comenzaría un nuevo curso como éste de ahora mismo, que tiene mucho en común con aquellos, en el fondo y en la forma, en tarea y en ilusión, hasta sentir que hay un hilo sutil que los une con similitudes que producen encuentro entre aquello que se llamaba juventud y esto que se llama ancianidad.
4 de septiembre, domingo
Cada colaboración semanal traerá a página la presencia de una flor, que querrá significar, además de belleza extrema, la intención de relacionar naturaleza y cultura como si se trataran de una misma cosa, como una manera fértil de estar en el mundo, sabiendo, claro, que no lo son.
¡!Oh, las flores!!
No se mueven de su sitio y, desde esta situación de inamovilidad que los humanos no dudaríamos en llamar “La Gran Limitación”, las flores muestran una encomiable osadía para conseguir todo lo que quieren, esto es…algos tan portentosos que escapan a las posibilidades humanas.
Vienen a mi mente muchos escritores queridos.
Pienso en Emily Dickinson quien, quizá, dejó de salir físicamente al mundo porque en su propia casa tenía un jardín que cuidar y un jardín que cuidaba.
Pienso en Rilke que dejó escritos tantos versos bellísimos en torno a las flores y que, en los dos últimos años de su vida, mantuvo correspondencia con Antoinette de Bonstetten, joven ginebrina interesada por la jardinería y la horticultura a quien Rilke pide consejo para organizar su jardín en Muzot, mientras le confía sus alegrías y angustias.
Pienso en el epitafio que Rilke escribió para su tumba, tan breve y tan inacabadamente interpretado:
“Rosa, oh pura contradicción, alegría
de ser sueño de nadie bajo tantos
párpados”.
Cada semana aportará una flor, para que, cada semana, tenga la oportunidad de mirar cómo son y viven las flores.
5 de septiembre,
lunes
Atreverse a escribir es atreverse a esperar para pasar en algún momento a la acción,
por eso se escribe desde la soledad, desde la habitación propia, desde algún otro lugar que haces propio, cultivando la prosa lenta como aroma a leña de chimenea,
alejado de los ruidos (sobre todo humanos),
aislado de las preocupaciones (sobre todo las de facticidad inmediata),
aparcado de las expectativas (incluidas la de que otros te lean ya).
Escribir es hacer espacio interior a los borradores para que puedan volver a esperar afanes y mimos, haciendo el vacío a los prejuicios, a las palabras que se precipitan en significar y pensando con cuidado lo que queremos decir y lo que decimos.
Escribir sabiendo guardarme de las prisas, porque hay vida más allá de lo urgente.
6 de septiembre,
martes
Leo por casualidad que Patricia Highsmith dejó escrita esta frase en su Diario:
“El matrimonio es la manera más fácil de eludir acostarse con un hombre”.
La escribió el 14 de mayo de 1973.
Me pregunto qué nos dice cuando la leemos casi cincuenta años después, por qué traigo aquí la referencia de una autora que jamás la he citado antes porque nada la conozco más allá de algunas sensaciones difusas de su biografía, que seguramente no volveré a citar, pero que habrá formado parte de tantos escritores que me ayudaron a vivir aportando un deslumbre a algún instante de la vida. O, quién sabe, si se trata del comienzo de una nueva amistad…