“Hoy, como antaño, el enemigo del hombre está en su interior.
Pero ya no es el mismo:
antaño era la ignorancia,
hoy es la mentira”.Jean-Francois Rével
Así se expresaba Jean-Francois Rével (1924-2006),
¿lo recordáis?
aquel periodista francés que en 1997 publicó una extensa conversación con su hijo Matthieu Ricar, impresionante
tanto por la figura del hijo metido a monje budista después de haber recibido una formación científica europea del más alto nivel,
como por la figura de su padre,
un pensador del siglo XX para el siglo XXI,
que se dedicó sobre todo al periodismo por lo que significaba de claridad y de verdad,
por el interés de poner esa claridad y esa verdad al alcance del lector manteniendo el rigor, la elegancia y la originalidad,
dentro de un pensamiento basado, sobre todo, en que el verdadero socialismo era inseparable del liberalismo (lo que no era nada fácil defender, quizá ahora tampoco),
basado en el fraude que representaba toda clase de nacionalismo
y, por tanto, fue un gran defensor de una Europa unida.
Pues bien, las palabras con las que empiezo son de su libro “El conocimiento inútil”, que se publicó en 1988,
Página Indómita lo ha vuelto a publicar en 2021 por su gran actualidad, pues muy actual me parece la afirmación de que el gran enemigo del hombre fue la ignorancia durante siglos y siglos, pero que ahora es la mentira, es decir, la falta de claridad y de verdad.
¿Cómo explicar hoy la falta de claridad y de verdad,
en sociedades libres y democráticas,
donde la información fluye sin censura alguna?
¿Cómo explicar hoy que los contenidos informativos de prensa, radio, revistas, debates televisivos, campañas de prensa, campañas electorales, periodismo de investigación…sean tan pobres en información veraz y tan ricos en mentiras, falsedades, desfocalizaciones, tergiversaciones, trampas…?
¿Cómo explicar que los ciudadanos que deciden votando a sus Gobiernos estén tan poco informados sobre aquello que hacen quienes gobiernan y sobre aquello que prometen cuando son candidatos?
Es cierto que el conocimiento científico ha crecido y está creciendo a niveles inimaginables, pero eso no quiere decir que estemos logrando formar a ciudadanos sabios y críticos, sino que más bien, los infantilizamos en establecimientos educativos donde “sean felices” .
De eso va “El conocimiento inútil” de Jean-Francois Rével, que arranca con esta lapidaria y contundente expresión:
“La primera de todas las fuerzas que gobiernan el mundo es la mentira”,
pese a que vivimos en una parte del mundo en donde ha triunfado la democracia y es asumida por todos como valor teórico de referencia (incluso sus perseguidores, como los movimientos totalitarios actuales, Vox de manera muy explícita).
Hoy como antaño el enemigo del hombre está en su interior, pues la demanda de información y de análisis surge de nuestras propias convicciones
y de nuestra propia ideología,
esa maquinaria tremenda que nos acomoda a lo que nos parece conveniente y de interés:
- Los hechos no son reales o irreales son deseables o indeseables.
- Las propuestas no son buenas o malas, posibles o imposibles, sino que me gustan o no me gustan.
Y esto es lo que subyace en las distintas Leyes educativas que se han ido sucediendo en España desde Mayo del 68. La filósofa y escritora Rosa María Rodríguez Magda dice que la nueva pedagogía se enmarca dentro de lo que se denomina sociedad líquida:
- donde se anulan las certezas,
- los hechos se relativizan,
- se dan preferencia a la gratificación de los deseos y al rechazo de cualquier frustración en un mundo tecnologizado y dentro de un mercado neoliberal en donde lo fragmentario sustituye a la visión global, lo subjetivo a lo objetivo, el sentimiento a la razón, la opinión a la ciencia, la estética a la ética, y la realidad a la propaganda que se hace de ella.
El enemigo del hombre es la mentira,
Pero yo añadiría que la ignorancia sigue: transmutada, transmoderna, o postransmoderna,
pues el conocimiento profundo de las cosas es lo último que nos proponemos,
y nos dejamos llevar por el ambiente, las creencias, las apariencias, los prejuicios, los tópicos, los deseos, el deseo de que la realidad se amolde a lo que nos interesa, y, frecuentemente, preferimos el entretenimiento-distracción-aturdimiento al estudio de lo que nos afecta (el imperativo social de ser felices).
No son excepción las personas muy científicas que forjan sus opiniones políticas y morales de forma arbitraria, bajo el imperio de consideraciones insensatas, tal como lo hacen las personas carentes de todo razonamiento científico.
El hombre de hoy no es ni más racional, ni más honesto que el que vivía en las etapas denominadas precientíficas. Es más depredador y más vividor: invierte en mentiras, no a través de las censuras, sino de los prejuicios, de la parcialidad, de los odios entre partidos y grupos, de batallas entre familias de intelectuales, que recuperan por la gatera de la puerta de atrás la censura a través de lo que se convierte en tabú, a saber, en lo que no se puede (todo tabú es una prohibición) (quien se mueve no sale en la foto).
Se invierte en mentir (cuánto invierte el Gobierno ruso en crear y difundir “verdad” mediante la imposición de su propio relato de la guerra contra Ucrania que inició hace casi, ya, cien días).
Se invierte en elaborar relatos de conveniencia y en la lucha por el predominio de nuestro propio relato ¿no es esto todo lo que vemos diariamente en el Parlamento, en la prensa y en los telediarios?
Se invierte, incluso, en escribir textos de historia a conveniencia.
Se invierte, como dice Jean-Francois Rével, contra todo el mundo, porque la primera de todas las fuerzas políticas es la opinión pública, y es ésta la que hay que ganar sí o sí, en expresión tan aparentemente infantil, pero tan descarnadamente totalitaria.
Frente a los que invierten en mentiras:
lucidez, coraje, honradez:
esto pasa por la transformación del ser humano en sus interiores:
La capacidad y la decisión de mentir es tan general como general es la disposición a ser engañados, y a declararnos víctimas por ello, que tanto nos aleja de la Responsabilidad.