Sísifo odiaba a la Muerte y la encadenó; nadie podía morir. La Guerra logró liberar a la Muerte y con ello a las personas sufrientes y enfermas de una vida que ya no soportaban vivir. La Guerra entregó a nuestro héroe del absurdo a la Muerte para castigar su osadía, y de nuevo el rey de Éfira rico en ardides consiguió engañar, esta vez, a Hades y su esposa Perséfone; Sísifo pide tres días para regresar a su hogar, celebrar los debidos ritos funerarios y escarmentar a su esposa, Mérope, como ejemplo para toda las viudas que debían honrar tanto a los difuntos como a los dioses del ultramundo. Ni tenía intención de regresar al reino de Hades, ni su mujer dejó su cadáver expuesto a los elementos por desprecio hacia él o los dioses, sino como parte del plan para escapar del más allá. Tiempo atrás, Sísifo consiguió una fuente de agua fresca constante para Corinto cuando informó a Asopo, dios fluvial, de que fue Zeus quien había secuestrado a su hija Egina. Zeus envió a la Muerte a por Sísifo, y de ahí todas estas peripecias.
Sorprendentemente, el castigo final que los dioses olímpicos imponen a Sísifo es la inspiración para Albert Camus y su sensibilidad del absurdo, y no tanto la previa rebeldía de Sísifo contra el orden establecido de las cosas. Un universo ajeno e indiferente a las necesidades, deseos y pensamientos humanos confronta la vida humana constantemente. Ser consciente, aceptar este hecho radical, y aún así vivir la vida bajo dichas condiciones, puede y debe, según Camus, llevar a la libertad, la pasión y la rebeldía, y no necesariamente al suicidio. Sísifo es condenado, finalmente, a empujar una roca penosamente hasta la cumbre de un monte, y alcanzada la cima, la roca rueda ladera abajo inexorablemente. Así, una y otra vez; eterno retorno de lo mismo, Sísifo baja pensativo por las escarpadas cuestas hasta encontrarse con su inerte carga que allí, a los pies del monte, le espera para iniciar el trabajoso ascenso de todos los días. Camus ve el trabajo en las sociedades contemporáneas a través de esta poderosa metáfora. Tareas carentes de sentido que se repiten y nos absorben; orden establecido de las cosas. Atribuir un sentido a lo que hacemos, autoengaño, suicidio filosófico, dogmatismo religioso, identidades políticas salvadoras, promesas utópicas de un futuro mejor son formas de narcotizar la sensibilidad del absurdo, de hacer cantar un bello poema a un universo que en realidad es sordo, ciego y mudo. En términos Nietzscheanos, una “vida ascendente” sería para Camus aquella que abraza la realidad del absurdo para vivir en la concreción y las posibilidades que se enraizan en el aquí y el ahora.
El primer Sísifo es belicoso y audaz; se resiste y con su ingenio desafía el orden de las cosas. Sin embargo, Camus nos presenta al cabizbajo Sísifo como el verdadero héroe de la rebeldía; libre y apasionado, incluso puede que feliz. ¿Cómo es esto posible? El aturdimiento consumista, el fascismo futurista, el utopismo revolucionario represetan variadas formas de represión de un pensamiento abierto a la cruda realidad de la existencia. El suicidio sería la máxima expresión de una vida incapazaz de soportar el absurdo. Sísifo bajando la cuesta reconoce plenamente la ausencia de sentido de los trabajos y los días que le ha tocado vivir; es la forma de estar ante su condena la que libera su pensamiento de quimeras violentas que aniquilan la vida o que la subyugan en busca de un mundo mejor, y se apasiona por las posibilidades que brindan las cosas que le rodea sin tampoco caer en el decaimiento de una vida automatizada.
Tanto hoy como cuando Camus escribió El Mito de Sísifo o El Rebelde, ante el absurdo de la realidad es fácil caer en el aburrimiento pasivo y hedonista o en la violencia totalitaria y visionaria. La rebeldía, la libertad y la pasión siguen caminos más sutiles y arduos para mantenerse en la lucidez de un pensamiento abierto al absurdo. Esta forma de vida está anclado en la concreción del momento vital sin dejarse atrapar en la ensoñación de la tradición o del futuro utópico que, como el primer Sísifo de una forma o de otra, sacrifica vidas presentes para imponer un pasado que ya no puede ser y un futuro que nunca llegará.