Cuando entré en contacto con la palabra “Mindfulness”, tuve la sensación de alarma por querer llamar y comercializar con palabras inglesas contenidos que pueden expresarse fácilmente en español, como “mente plena”, o “consciencia plena”, o “atención plena”.
Cuando caí en la cuenta que la expresión de “pensamiento positivo” había cogido velocidad de crucero y te la encontrabas en cualquier conversación promocionando la necesidad de pensar de esta manera
y disuadiendo de todo aquello que significara pensamiento “negativo”
tuve la sensación de que los promotores nos querían vender gato por liebre, mientras que los operarios del Mindfulness artesanaban la ideología “espiritualista”,
bien lo hacían de manera gregaria,
bien por puros criterios económicos,
pues se ganaban la vida haciendo cursos de Inteligencia Emocional, y editando libros de Auto Ayuda.
Cuando empecé a padecer el imperativo de la felicidad como bien de consumo… caí en abatimiento y en zozobra, pues me di cuenta que lo establecido se apropiaba de todo lo que podría ir contra lo establecido, bajo la estrategia de que la mejor defensa es un buen ataque, en este caso, un ataque amable ¡aparentemente!
Pronto los libros de autoayuda colonizarían grandes espacios de las librerías con la nueva espiritualidad, y pronto
y pronto las conversaciones en la calle,
los intercambios intrafamiliares,
las redes sociales,
y muchas aulas de Institutos se poblarían de eslóganes acerca de ser feliz, centrarnos en lo positivo, conseguir lo que queremos si verdaderamente creemos que podemos conseguirlo…
eslóganes que iban a contribuir a generar un hábitat del que difícilmente se puede salir, pues la nueva “espiritualidad” proscribe el pensamiento crítico y disidente, no porque exista censura, sino porque el ciudadano común internaliza la idea de que quien protesta tiene, él, un problema emocional o de inadaptación social.
El mindfulness termina siendo una herramienta de resistencia, una técnica de auto ayuda.
Un libro de auto ayuda toma como punto de partida que te encuentras en una situación de necesidad que te impide controlar tu propia vida y salir adelante,
Y, tomando eso como un hecho, te invita a que seas tú mismo quien te ayude,
es decir,
que a la vez seas el necesitado y el ayudante del necesitado,
con los reclamos y recetas de que no hay nada imposible, que con esfuerzo lo puedes lograr, que te comportes como si fueras tu propia empresa.
Así las cosas, distraídos y aturdidos como estamos, difícilmente las personas se dan cuenta de que les están privatizando (individualizando) de esta manera su función en la vida,
despolitizándola,
sustrayéndola de su condición de ciudadanía,
poniendo niebla y oscuridad sobre todos los factores sistémicos que hacen que las cosas sean como resultan.
Y llegan a los ánimos de tantos ciudadanos apesadumbrados susurros que vienen a decir:
¿Necesitas ayuda?
Pues…tienes un problema añadido: que te tienes que ayudar para decidirte a cambiar y, con ello, conseguir tu crecimiento personal.
¿Tienes stress, ansiedad, depresión?
Pues mírate a ti mismo y verás que la culpa la tienes tú, tus pensamientos que te han llevado la vista más allá de ti mismo criticando los exteriores. No sabes gestionarte, no te has formado en las herramientas necesarias para neutralizarlos a través de libros y de cursos sobre Inteligencia Emocional.
El Mindfulness es un auténtico caballo de Troya, sutil e insidiosa arma psicopolítica como la denomina Byung-Chul Han (el capitalismo actual emplea la psique como fuerza de producción). Toda una silenciosa rendición quietista, que trata de conseguir la optimización terapéutica de los individuos y su transformación en mentalmente aptos, atentos, conscientes, resilientes para que puedan seguir funcionando y rindiendo en el aquí y en el ahora, las dos únicas dimensiones con las que trabaja.
Parece esta ideología la nueva religión de las sociedades laicas.
El mindfulness, el pensamiento positivo, el imperativo social de éxito y de felicidad y de fama… nos aíslan,
nos ocultan las interdependencias,
nos hacen desimaginar formas colectivas, sociales y políticas, de protección:
nos llevan a la soledad, a la desposesión del futuro y, si te descuidas, al abatimiento y a la enfermedad severa que exigirá tratamiento largo, costoso, pesado, y de resultados muy inciertos.
Así las cosas, las empresas, el Estado, la propia sociedad se des-entiende de estos enfermos modernos, víctimas sistémicas del mundo en el que viven, y, además, conscientes pero sin juicio (¡!). De esta manera muchos ciudadanos entran,
sin darse cuenta,
en la consolidación del statu quo y en el estado de las desigualdades, favoreciendo la paz social (¡!) del inmovilismo.
¡!Ay!!
Con lo que a mí me gustaba (y me gusta) ser optimista,
con lo que he defendido la positividad y el pensamiento positivo,
con las veces que he elogiado aquel maravilloso y ejemplarizante hemistiquio de la Eneida “possunt quia posse videntur” (pudieron porque creían que podían)…
No me queda más remedio que cuestionarlos cuando los veo convertidos en perversos eslóganes de dictaduras emocionales al servicio del más puro neoliberalismo.
Nos gusta recordar la necesidad de la filosofía para afrontar la realidad, porque la filosofía es amor al saber, a querer saber: ésta era la espiritualidad con la que arrancaba su vida este Blog, la filosofía como la actitud más competente para hacer frente a la hegemonía cultural del neoliberalismo y las patologías secuenciales del Mindfulness.