Filosofia Para La Vida

Salí en busca de mi yo

G. S. Kirk y J. E. Raven en Los Filósofos Presocráticos (vol. 1) recogen sobre Heráclito que: 

190) Heráclito, hijo de Blosón (o, según algunos, de Heraclón) de Éfeso. Tuvo su acmé en la Olimpíada 69. Llegó a hacerse sumamente altanero y desdeñoso, como se deduce también con claridad de su libro, en el que dice: «El conocimiento de muchas cosas no enseña a tener inteligencia, pues, de ser así, hubiera enseñado a Hesíodo, a Pitágoras y hasta a Jenófanes y Hecateo» (…) acabó por convertirse en un misántropo; se retiró del mundo y vivió en los montes, alimentándose de hierbas y plantas. Convertido por esta causa en un hidrópico, bajó a la ciudad y en enigmas le preguntaba a los médicos si ellos serían capaces de convertir en seco el tiempo lluvioso. Como éstos no le entendían, se enterró en un estercolero, en la esperanza de que, con el calor del estiércol, se iba a evaporar la hidropesía. Como ni aun así lo consiguió, murió a la edad de sesenta años. 

192) El libro a él atribuido se titula, por su contenido principal, Sobre la naturaleza, y está dividido en tres secciones: sobre el universo, la política y la teología. Se lo dedicó al templo de Artemis e intencionadamente lo escribió, como algunos dicen, de un modo un tanto oscuro para que sólo tuvieran acceso a él los influyentes* y no fuera fácilmente despreciado por el populacho… Su escrito gozó de tanta reputación que, por este motivo, le asignaron incluso discípulos, los llamados heraclíteos. 

[* en lugar de “los influyentes”, otros traducen: “los capaces de entenderlo”] 

También, se le atribuyen los siguientes fragmentos a Heráclito, posiblemente contenidos en su libro mencionado en el testimonio 192 de Los Filósofos Presocráticos

  1. Siempre se quedan los hombres sin comprender que el Logos es así como yo lo describo, lo mismo antes de haberlo oído que una vez que lo han oído; pues, aunque todas las cosas acontecen según este Logos, se parecen los hombres a gentes sin experiencia, incluso cuando experimentan palabras y acciones tales cuales son las que explico, cuando distingo cada cosa según su constitución y digo cómo es; al resto de los hombres les pasan desapercibidas cuantas cosas hacen despiertos, del mismo modo que se olvidan de lo que hacen cuando duermen. 

  2. Por tanto es necesario seguir lo común; pero, aunque el Logos es común, la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular. 

  3. El mar es el agua más pura y más corrupta; es potable y saludable para los peces; para los hombres, en cambio, es impotable y deletérea. 

  4. El camino arriba y abajo es uno y el mismo

  5. La enfermedad hace a la salud agradable y buena, el hambre a la hartura, el cansancio al descanso. 

  6. Lo mismo es vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez; aquellas cosas se cambian en éstas y éstas en aquéllas. 

  7. Las cosas en conjunto son todo y no todo, idéntico y no idéntico, armónico y no armónico, lo uno nace del todo y del uno nacen todas las cosas

  8. Para Dios todas las cosas son hermosas, buenas y justas, pero los hombres han supuesto que unas son justas e injustas otras.

  9. Una armonía invisible es más intensa que otra visible. 

  10. Conviene saber que la guerra es común (a todas las cosas) y que la justicia es discordia y que todas las cosas sobrevienen por la discordia y la necesidad. 214) Aguas distintas fluyen sobre los que entran en los mismos ríos. Se esparce y… se junta… se reúne y se separa… se acerca y se va. 

  11. Este cosmos [el mismo de todos] no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según medida. 

  12. Todas las cosas se cambian recíprocamente con el fuego y el fuego, a su vez, con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el oro con las mercancías. 225) El sol… es nuevo cada día

  13. Una sola cosa es la sabiduría: conocer con juicio verdadero cómo todos las cosas son gobernadas a través de todas las cosas

  14. No llegarás a encontrar, en tu camino, los límites del alma, ni aun recorriendo todos los caminos: tan profunda dimensión tiene

  15. Penoso es combatir con cólera; pues cuanto se desea se adquiere a expensas del alma. 

  16. Vanamente se purifican de los delitos de sangre manchándose con sangre, como si el que se ha metido en el barro pretendiera limpiarse con barro. Loco le parecería al que le viera intentando hacer esto. Dirigen también súplicas a estas estatuas como si se pudiera conversar con las casas, sin conocer la verdadera naturaleza de los dioses ni de los héroes. 

  17. Anduve buscándome a mí mismo*

[* otra traducción a partir de la versión inglesa podría ser; “Salí en busca de mi yo”] 247) El carácter del hombre es su démon*

[* en gr.; daimon = espíritu guardián] 

  1. Hay que extinguir la insolencia más que un incendio

  2. Es necesario que el pueblo luche por la ley como si se tratara de la muralla (de la ciudad). 

  3. Es necesario que los que hablan con juicio se apoyen en lo que es común a todos, como una ciudad* debe apoyarse en la ley e incluso con mayor firmeza. Todas las leyes humanas están nutridas por una sola, la divina; pues tiene tanto poder cuanto quiere y basta para todo e incluso sobra. 

[* Ciudad = Ciudad Estado, Polis, implicando una comunidad política independiente] 

1. ¿Qué pudo querer enseñar Heráclito con su filosofía hecha de oscuras, densas y bellas resonancias? ¿A quién las dirigía? ¿Por qué con ese estilo? 

2. ¿Un Heráclito en oposición a muchos Heráclitos en el devenir del pensamiento occidental? 

3. ¿Con qué insoportable verdad Heráclito hace justicia al desmedido yo contemporáneo?

Primeras cuestiones 

Heráclito fue un pensador independiente al margen de las escuelas de pensamiento ya establecidas en su tiempo. Sin embargo, era conocedor y respetaba a la escuela de Mileto. La tradición, muchos de los pensadores y sabios de la época fueron objeto de sus ataques, y no menos el “populacho”. Podríamos caer en la tentación de atribuirle su “altanero” o “desdeñoso” elitismo a sus orígenes aristocráticos, que sorprendentemente le acercan a Platón, no solo en el ánimo selectivo y estético de su estilo filosófico. Esta tentación sería un error interpretativo, pues toda su filosofía se orienta hacia vislumbrar una verdad independiente de cualquier sesgo de parte o clase que incumbe a todo el mundo por igual. 

El problema que constata Heráclito es la insuficiencia generalizada de la especie Homo Sapiens para saber interpretar la realidad más allá de la superficie; los sentidos captan experiencias pero fallamos en la disposición de apertura y reconocimiento de los augurios o presagios contenidos en lo circundante, ni siquiera cuando alguien como él los descifra para el resto de los mortales. Esta circunstancia explicaría mejor tres aspectos de su filosofía. Primero, su trabajo amplía el foco de la investigación del cosmos físico (el universo) al ser humano, al tiempo que enfatiza la conflictiva relación de la condición humana con el cosmos del que emerge la vida, también la humana. En segundo lugar, su método implica romper con los pensadores contemporáneos, de ahí su confrontación abierta y directa con muchos de ellos; abrir camino al pensar mediante la oposición a lo establecido. Finalmente, su estilo es denso y lleno de resonancias culturales; capta la atención de sus lectores y perturba sus corazones con lo inesperado. La multiplicidad de capas de significación y referencias amalgamadas en una expresión construida sobre aliteraciones, quiasmos e imágenes sirven al propósito de hacer que los lectores vayan más allá del mero entender el Logos, y puedan alcanzar a vivirlo; más que elitismo aristocrático, se trata de crear un camino que transforma al lector, y que le pone en disposición de interpretar los augurios de la realidad, su verdad, su logos, que antes pasaba por delante de sus ojos de forma inadvertida. Su ciudad, Éfeso, que era de población griega, se sometió a los Persas para sobrevivir; Heráclito cedió su derecho a ocupar el trono marioneta de la ciudad a su hermano. ¿Recalcitrante altanero o pensador radical? 

Su doctrina filosófica no es menos desconcertante y rica, lo que explicará la variedad de lecturas y usos que recibirá en la historia de la filosofía. La realidad es devenir, todo cambia, está en movimiento y transformación; es flujo que, sin embargo, sigue un Logos, una ley, una medida que lo regula. De hecho, acceder a esta regularidad es acceder a la verdad que hace sabio al sabio, del mismo modo que no lograrlo hace lerdo al lerdo. Otra paradoja. De los cuatros elementos materiales de la tradición, Heráclito elige el fuego frente al agua, tierra y aire, que resulta ser el menos sustancial, menos estable y más necesitado de otros elementos para activarse o saciarse. Parece que hay un principio material de todo que, al mismo tiempo, no existiría sin una pluralidad de elementos. Si el fuego es la sustancia activa que mueve, coextensivamente está el logos que pone orden en el devenir, que se despliega a través de la coincidencia de opuestos que infiltra tanto a los entes (cosas y personas) como a los procesos. La comprensión del logos es igualmente aprehensión del eterno despliegue de lo uno (la realidad) a través de lo múltiple (lo que cae bajo un horizonte concreto) que supone entender la necesidad de la coincidencia de opuestos: de cómo una misma cosa produce diferentes efectos en diferentes organismos; de cómo en la misma cosa emergen aspectos diferentes conforme a la relación de otro ente o proceso que cambie respecto a ella; de cómo la valoración de los cambios de estado implican necesariamente el contraste con el estado opuesto; y de cómo en ciertos procesos se entrelazan estados inherentes. Si releemos los fragmentos 199, 200, 201 y 202 respectivamente para los antedichos modos de oposición, e intentamos trasladarlos a nuestra experiencia cotidiana, quizás vayamos a la guerra diaria con menos cólera (fragmento 240), apreciando la necesidad, profunda armonía y medida de lo que acontece, imponiendo menos costes en nuestra alma por sus deseos. 

A la segunda cuestión 

Muchos contradictorios Heraclitos han sido referidos en la historia del pensamiento, sin embargo, todos los lectores lo imaginaron uno. Veremos en esta serie de Filosofía Para La Vida que no es el único caso, ni siquiera es un caso raro, hasta puede que sea la norma. Es seguro que se trata del caso más conveniente de utilización parcial de un autor por el contenido mismo de su obra, pues el error forma opuesto con el acierto, y de eso va el flujo del pensamiento, diría el divino Heráclito. 

Platón fue el primero en errar y acertar al enfatizar la idea de una realidad en flujo constante, en tono cómico, y por tanto debemos tomarlo en serio, por mediación de Cratilo. Aristóteles sigue a su maestro. Spinoza señaló lo uno y lo múltiple en su “Deus sive natura”, consciente o no de la verdad o falsedad sobre Heráclito. Hegel nos enseñó que la historia es el despliegue racional del espíritu absoluto en un proceso dialéctico, perdón, Absoluto con mayúscula, y para ello se inspiró en el Logos y la coincidencia de opuestos heraclitianos. Nietzsche retoma el devenir muy en serio, del que él mismo hizo broma al incorporar el eterno retorno; quizás en ese gesto paradójico también quiso imitar al efesio. Todos se aproximan y todos se alejan del mensaje heraclitiano, pero en justicia, todos nos muestran que los cuatro modos de oposición arriba descritos aparecen cuando otros pensadores interactúan con su pensamiento. 

Tercera problemática 

Supongamos que describimos el mundo actual como una individuotopía; un mundo ideal que parte de individuos, cada yo es uno, rey soberano de la realidad que funda, gobierna y goza; el resto es un escenario lleno de personajes irreales puestos allí para su satisfacción. El supuesto de la teoría liberal que la sociedad es un contrato entre individuos así descritos es la prueba de que la individuotopía está bien arraigada en el mercado laboral, en las relaciones económicas, o en las redes sociales. Con nuestras lentes heraclitianas vemos, no obstante, opuestos inherentes; individuos que son actores protagonistas en todos estos ámbitos que se dicen libres, y al tiempo son sujetos pasivos objeto de explotación en tanto que mera fuerza de trabajo, factor de consumo, o mina de datos que se consideran determinados y jerarquizados según su funcionalidad. 

La individuotopía, en nuestro supuesto, es una ideología diseñada para mantener a los humanos en la superficie de una realidad que oculta una naturaleza esclavizadora; crear un yo cuyo centro absoluto es el yo, para el yo, y por el yo, sobre el discurso del yo. Uno mismo, mi ego o como quiera que se llame se va construyendo a lo largo de la vida sobre una base animal (zoom), unas formas sociales de vida (bios) en las que crecemos, y la posibilidad que tiene todo ser humano de hacer un trabajo reflexivo y valiente sobre sí mismo y en sus relaciones con los otros. La idea es que la individuotopía tenga bajo límites controlables este trabajo ético-crítico que los individuos puedan llevar a cabo, con vistas a que nunca lleguen a vislumbrar la lógica del devenir en el que se piensan reyes pero del que son esclavos.

Heráclito nos muestra en el fragmento 232 que el alma es insondable, sin embargo, se incita a etiquetarla, limitarla, matematizar… ¿para gobernarla, comercializar, usarla? El trabajo ético-político, cuando sucede y si es que sucede, o es estéril negatividad, o es puro egotismo, os es pose académica. Primera tarea, liberar el trabajo ético-reflexivo del sujeto de la prisión del yo individuotópico. Salir en busca del yo es buscarse fuera de sí mismo y no regresar; es darse la posibilidad de la disposición a los presagios de la profundidad de la condición humana en su caminar por lo no trillado (fragmento 242); es curar el yo sin bañarse en él yo enfermo de yo (fragmento 241); es alcanzar una perspectiva menos finita y sesgada (fragmentos 206 y 207); es escucharse y moderarse (fragmentos 247 y 248); es comprometerse con las leyes que rigen el mundo físico y político (fragmentos 249 y 250), intentando escapar de una inteligencia particular (fragmento 195).

José Emilio Batista Barrios

Artículo escrito por José Emilio Batista Barrios, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.