Así hemos pasado el verano, colgados a una investidura fallida que nuestros representantes han decidido a partir de los votos ciudadanos en las Generales del 28 de abril.
Colgados y cautivos.
Como si tuviéramos las palabras y las actitudes aprisionadas en la vieja política, y, quizá, estamos inmersos hasta la cintura en la ciénaga de las pasiones narcisistas y egocéntricas de líderes y partidos.
¿Vieja? ¿Nueva política?
Sigue la ruptura entre gobernantes y gobernados,
quiebra la confianza entre líderes,
sigue predominando la competencia electoral sobre el compromiso con los electores,
y es agobiante el monolitismo en los partidos nuevos en los que se construyen cúpulas directivas afines con sus líderes obstructivos.
El escenario que contemplamos en el proceso de la investidura fallida no fue de más educación, franqueza, autocrítica, transversalidad, diálogo, más respeto, más capacidad de pacto…sino, muy al contrario, más atrincheramiento, más radicalización en los propios votos. Gran incoherencia esta (¡!o ignorancia!!), pues los pactos políticos son la única manera de gobernar en parlamentos fragmentados.
Apostábamos por “una nueva política” en los comienzos de este Blog, pero el balance hasta hoy nos dice que el tiempo no ha corrido en esa dirección. No solo es que “no es nueva”, es que “no es política”: no está sufriendo solo el eje vieja/nueva política, sino el eje política/publicidad: grandes eslóganes vacíos, pero que suenen bien para que enganchen; palabras pensadas para el aplauso y la adhesión.
La retórica agresiva es disfuncional siempre, pero cuando le falta sustancia política crea crispación a cambio de nada, o mejor, a cambio de hacer más difíciles los futuros inmediatos que van a llegar; el asalto al Consejo de ministros solo puede explicarse desde la ignorancia de lo que es este órgano, que obliga a no disentir en público de cuanto allí se aprueba. Los “asaltos” se producen en las Revoluciones porque son de verdad; más allá, son gestos circenses.
Se ha acabado “la nueva política” prometida, hasta el punto de tratarse ya de una expresión obsoleta y pocos se atreven a llamar “nuevos” a los nuevos partidos de tan bien que se han adaptado a los vicios tradicionales y lo pronto que han abandonado la transversalidad proclamada.
El sectarismo partidista se ha incrementado.
La formación de un gobierno de izquierdas de coalición no es que se haya hecho más difícil es que está deviniendo imposible por la división patológica de la izquierda y por el alejamiento creciente de la razón como su principal motor. Hasta el punto de que lo que me cuesta entender es la obsesión de Podemos en entrar en Ministerios cuando nacieron para cambiar “la política”, aunque sea votando previamente a Pedro Sánchez.
La crisis de representación subsiste, y la inestabilidad se ha acentuado porque no han mejorado los aspectos relacionales.
Es decir, mucha ineficacia en términos políticos:
- Falta de compromiso con los votos electorales…!de todos!, pues a todos los partidos interpelan todos los votos, que obligan no solo con el propio programa sino a articular políticamente la voluntad electoral.
- Falta de competencia: que es saber, y querer, negociar para llegar a pactos.
- Falta de congruencia: los partidos, todos (más/menos), sirven más al interés partidista que al interés general.
- Falta de toma de decisiones desde un fundamento de racionalidad política, que es que no gobierne la trinidad de la derecha, que ahora más que antes prefiere el capitalismo a la democracia.
- Falta de evaluación en términos de costes/beneficios: los partidos no “cuentan”, no “contabilizan”, como si cualquier resultado fuese gratis, seguramente para no sentir el reproche y el agobio de las consecuencias del ejercicio del poder.
Más bien podría parecer que el norte de Ciudadanos es ser La Derecha de este país, sustituir al partido Popular, o superarlo siquiera; y Podemos parece que lucha por sobrevivir a los bandazos, tomar impulso e intentar, quizá, ser el partido hegemónico de la izquierda. Lo que estaría muy bien, pero no intentando devaluar-destruir al adversario, sino:
- Atrayendo-ilusionando: a más votantes
- Reteniendo: a los que ya lo fueron
- Recuperando a tantos que marcharon
- Motivando: creyendo en un ideal y sabiendo poner en primer lugar lo importante, a saber, más la política que las políticas: una Nueva Política.
¿Cómo pretendemos mejorar las relaciones entre el Estado y la sociedad civil si no somos capaces de mejorar las relaciones entre políticos en el seno del propio partido y entre políticos en el seno de las instituciones?
Sí, falta de cultura política.
Sí, falta competencia política.
Sí, falta de ser, de saber qué es ser de izquierdas hoy.
Sí, falta de diálogo entre convicciones y pragmatismo que nos eviten mucho de fanatismo y mucho de cinismo.
Así me explico algo este verano de cautividad política, mientras espero que en los próximos días escampe y se eviten unas nuevas elecciones.