Primera Etapa

Debates políticos

El diccionario latino-español de Raimundo de Miguel traduce el infinitivo “batuere” por: golpear, sacudir, machacar, batir.

Con estos antecedentes etimológicos me sorprendo lo muy acostumbrados que estamos en llamar “debates políticos” a estos encuentros entre líderes que reclaman y exigen celebrarlos  en las televisiones cuando nos encontramos en campaña electoral.

Y mientras…, nos hinchamos de hacer propaganda de diálogo, que todos reclaman y pocos practican, bien por ignorancia de lo que es o bien por estulticia política.

El diálogo es:

un espacio mental

por donde circulan libremente flujos de significado

para hacer posible que las personas descubran razones y percepciones que no alcanzaban individualmente.

El diálogo no es:

varias personas alrededor de una mesa,

ni trescientas cincuenta en el hemiciclo de un Parlamento,

ni cinco líderes políticos delante de un atril y un micrófono en la televisión.

El diálogo es “un espacio mental” de las personas que hablan entre sí. 

Lo mismo que la democracia, como recientemente decía Manuel Castells en La Vanguardia del veintiséis de octubre:

“La democracia no existe, por muchas elecciones que se hagan, si no anida en la mente de los ciudadanos”.

Cuando el diálogo no es un espacio mental,

los debates se convierten en combates, donde se lucha por vencer, mentir si ayuda a ello y derrotar.

Estos diálogos retóricos implementados como confrontaciones destructivas nada tienen de diálogo, ni siquiera tienen que ver con la racionalidad.

Solo saben dialogar y acordar quienes están predispuestos a ser, después, algo distintos de lo que eran al comenzar el diálogo.

En la Grecia clásica, el contraste de pareceres y la argumentación (dialéctica) se hacía a través de la palabra, es decir, del dia-logos, con el fin de alcanzar conclusiones lógicas y convincentes que nadie de los dialogantes era capaz de alcanzar de manera individual, a partir de una aprehensión más plural de los asuntos complejos.

Porque todas las personas que dialogan deben saber usar la técnica de “suspender” sus propios juicios y dejarlos a la vista de los demás para que puedan ser cuestionados, una vez abandonado el sueño dogmático de que las cosas son así o de los puntos finales indiscutibles, de manera que, después del diálogo, nadie queda igual, todos resultan, más o menos, aprendidos y transformados.

Pero, claro, vivimos en una “sociedad de los individuos” (que es lo contrario a la sociedad política que se mueve en la esfera de la pluralidad humana), 

vivimos en una cultura que premia el “me gusta/no me gusta y las “ocurrencias personales”, que tan eficaces resultan para el mercado y tan nefastos para la “dignificación” de la política,

vivimos en una ideología de la producción y de la ganancia que teatraliza la política, y hace de los espectadores seres, que sustituyen deseos por ansiedades.

La incapacidad para dialogar y para acordar es una prueba de la crisis de la democracia y de la decadencia de nuestro modelo económico de convivencia.  ¡!Qué inhumanos me han parecido los debates políticos!! Nadie parece vivenciar que alcanzamos humanidad, efectividad y afectividad en relación con los otros, en un mundo común y plural compartido.

Cuando llega la noche electoral y se recuentan, escrupulosamente, las papeletas, se escrutan gustos, pero, por muy mayoritarios que sean, para nada quiere decir que hayamos acertado ni con el sentido común, ni con el bien común, ni con lo que desea la pluralidad social. Nos estamos olvidando que la política no es la defensa de lo individual, sino de lo común.

Y, mientras, la tierra arde, o se desertiza, o se deshiela;

los océanos y mares suben lenta e inexorablemente de nivel;

las desigualdades sociales aumentan;

la igualdad de oportunidades es un inalcanzable;

la desafección política crece;

las explosiones sociales se abren camino,

y algunos independentistas claman por lo bajo “ahora o nunca”.

La democracia grita, pero cada vez somos menos quienes lo escuchamos, y, aunque lo escuchemos, los ciudadanos ya empezamos a no saber a quién recurrir.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.