Primera Etapa

Suecia 2 - España 0: Desprogramación política a través del consenso

Desactivar la disposición para la política es todo un arte. Lo mejor sería hacerlo desde algo que parece un don, un anhelo. Como el caballo de troya, se vive el alcanzar consensos como un regalo del enemigo, un deseado alivio de supervivencia. Algo así como la firma de un armisticio tras una cruenta guerra. Humana condición.

El siguiente paso, mejor aún; hay que evitar el desacuerdo, cortarlo de raíz. En ese momento el consenso se usa para anticiparse, atajar o taponar el conflicto. Nuestros políticos lo usan a toda hora, de manera que dan buen ejemplo a sus súbditos. Primero contra sus rivales; “la situación nos exige seguir trabajando, y estas disputas sólo quiebran y dividen a la sociedad”. Esta maniobra es soberbia, pues de hecho la sociedad está dividida, y la idea es echar tierra encima; qué mejor manera que desactivar a los polemistas, vagos, interesados en destruirla.

Por supuesto, también puede utilizarse contra las disidencias internas. De forma análoga, se dice que “esa minoría sólo piensa en su propio interés de medrar y tomar el control de la organización, cuando la situación requiere unidad de acción”. Lo grande de todo esto es que se puede utilizar y de hecho lo han utilizado todos los partidos, tanto internamente como externamente a lo largo del tiempo y en diversas circunstancias.

Los medios de comunicación, que siempre son afines, hacen su trabajo de recordar que está mal disentir, que “ahora hay que seguir adelante, que es imprudente, infantil y peligroso insistir demasiado en un problema. Ya se ha tomado nota y se arreglará todo cuando sea conveniente”. La coyuntura económica, crisis, despidos, accidentes, sucesos… todo vale para respaldar esta idea.

De nuevo, todos esos hechos negativos que se esgrimen están ahí, sus causas son complejas, y posiblemente las soluciones aún lo serán más, pero lo verdaderamente importante es acusar al desacuerdo. En cada momento, quien se apodere del uso del consenso habrá ganado la partida, por muy obvio y ridículo que sea acusar del salario de las camareras de hotel a las huelguistas que disienten sobre los efectos de la reforma laboral del PP en sus condiciones de trabajo. Seguramente, estas dignas mujeres, digo mujeres porque todos sabemos que ese sector está feminizado, con su no estar de acuerdo ponen en peligro la recuperación; la crisis produce la necesidad de reducir costes, aunque se debiera decir maximizar beneficios, y de ahí esos salarios pírricos e indignos. Sí, ciencia ficción, pero funciona.

Si regresamos a Suecia y su sistema educativo, veremos que sus temarios son más cortos y realistas, y además les importa poco los resultados de PISA; no puntúan muy alto. Alguien diría que pierden el tiempo en clase; en lugar de 20 ejercicios de matemáticas hacen 2. Dedican más tiempo en actividades para que los estudiantes experimenten que una suma se puede hacer de diferentes maneras, frente a la operatoria aritmética prefieren trabajar la comprensión del concepto matemático, y frente la ciega persecución de los resultados numéricos, se trabaja el autoconocimiento de qué se ha hecho bien y en qué se tiene que mejorar. Acostumbrados, como están, a la pluralidad de perspectivas, incluso en ciencias formales, a discutir y entender lo que hacen, y a buscar acuerdos sobre metas pactadas de mejora,  los niños educados en Suecia, los futuros ciudadanos suecos no aceptan el consenso como arma política para atacar a políticos o para enterrar problemas.

El consenso es una meta deseable en una sociedad sana en la que el desacuerdo, el debate y el saber alcanzar acuerdos constituyen la esencia de la política democrática. En nuestras escuelas, el consenso totalizante toma la forma de autoritarismo, buenismo, o mediocridad. Se acepta el conflicto entre los alumnos, al fin y al cabo son solo niños y adolescentes. Antes los conflictos se ocultaban o castigaban, ahora se intentan gestionar como algo inevitable. Entre profesores el desacuerdo o se neutraliza en pos del consenso, o resulta letal, pues pone en riesgo la vida social de la institución. El temario debe impartirse, el centro debe funcionar y nunca se pondrá en el foco de una discusión nada que pueda alterar el quehacer diario. Por este motivo, la desprogramación política es una realidad en este país desde la infancia hasta las altas esferas políticas durante la vida adulta. Por este motivo, Suecia 2 - España 0.

José Emilio Batista Barrios

Artículo escrito por José Emilio Batista Barrios, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.