Primera Etapa

Cuando la realidad se disfraza de palabras

Hablar y callar es la tarea de parlamentarios y gobernantes: su ejercicio político se basa en el uso de la palabra. Pero, también, del silencio. Hablar y callar son los dos presupuestos básicos para poder ser escuchado y para poder escuchar,

y ambas cosas, (escuchar y ser escuchado), son imprescindibles: para dialogar**,**

y el diálogo es imprescindible para negociar**,**

para acordar, para pactar, para coaligar voluntades.

Estas cinco cosas son fines de la política, y las cinco se fabrican con palabras y con silencios.

Una democracia necesita de las palabras, no cualesquiera claro, para la finalidad esencial de atender, informar y resolver acerca de la convivencia en común,

para que los ciudadanos perciban que, cuando “sus” políticos hablan de lo que pasa, sientan que están hablando incluyendo lo que les pasa a ellos.

Los políticos deben conocer el significado de las palabras y así poder comunicar y comunicarse; deben conocer la importancia de saber escuchar y, así, los ciudadanos puedan entender la lógica de la vida pública, la esencia de la gestión democrática de lo de todos, y una cierta ejemplaridad institucional.

Hablar y… callar.

El silencio es la posibilidad de escuchar al que habla.

Exige dejar de hablar,

abandonar toda esa constelación de ruidos, de espasmos y de postureos que tanto sufrimos viendo las sesiones parlamentarias y comparecencias públicas de otro tipo.

El silencio es, también, regalar respeto y comodidad para el que está en el uso de la palabra,

porque necesitamos al que está hablando,

necesitamos lo que pueda decir: para dialogar, negociar, acordar, pactar, coaligar:

porque in-ter-de-pen-de-mos.

Hablar en función de lo que las palabras significan:

no  disfrazarlas al servicio de estrategias o de tácticas indecibles,

no simplificarlas: fabricando ocurrencias como si de la voz del pueblo se tratara,

no mentir con ellas: las fake news, ese nuevo opio del pueblo, tan multiplicado por las redes sociales,

no ser afirmativos absolutos: nunca un vértice tiene la verdad de la figura geométrica,

no posturear con las palabras para disfrazar la realidad: si nos engañan se autoengañan.

Las palabras, en fin, son la manera específica que tenemos  las personas para materializar la comunicación,

esa filigrana de encaje (el arte de la política) que es “hacer común algo”,

como con tanta maestría la definió y argumentó el físico y filósofo David Bohm.

Ese “hacer común algo” es**…!!lo nuevo!!,**

que se logra en el ir y venir comunicacional del diálogo.

Hacer común algo es el paso previo y necesario para hacer algo en común: de manera compartida: co-mu-ni-ta-ria.

Pero, claro, la comunicación solo puede crear algo nuevo desde la sensibilidad y la convicción de hablar y de escuchar más allá de los prejuicios, dogmatismos, argumentarios corporativos.

¿Todavía no nos hemos dado cuenta que otra manera de hablar y de callar en política es posible?

¿Que otra manera de pensar la realidad es posible?

¿Qué la pobreza no conviene a nadie?

En fín, ¿todavía no nos hemos dado cuenta que en democracia nos necesitamos todos?

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.