Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Avellano

29 de febrero,

jueves

Fin de semana sin fin… .-

Hoy cumplo cuatro años bisiestos de jubilado, de entre los veintidós que he vivido.

Quise jubilarme así, en un día 29 de esos febreros que solo llegan cada cuatro, que, además, era viernes, como si fuera el inicio de un “fin de semana sin fin”.

Al término de aquel enigmático día, fiché por última vez, me despedí diciendo adiós al vigilante de la entrada, fue la última persona a la que vi y saludé. Después, no he vuelto a pasar por esa puerta, por la que salí y entré durante treinta y ocho años.

El filósofo Jacques Rancière (Argel, 1940) dijo el 16 de enero de 2020 en una asamblea de ferroviarios franceses en huelga contra la reforma de las pensiones:

“La jubilación es la manera en que el tiempo de trabajo genera tiempo de vida, y la manera en que cada uno de nosotros estamos conectados a un mundo colectivo”.

1 de marzo,

viernes

Museos del mundo.-

De todos los museos que he visitado, el que me resulta más cercano es El Prado de Madrid, al que seguramente he llegado en más de treinta ocasiones.

Me acuerdo muy bien de Los Uffici, en Florencia, en el que pasamos una mañana entera, que es casi nada para ver, y mucho para cansarte pretendiendo abarcarlo de manera tan inútil como ignorante.

El Hermitage, en San Petersburgo, en el lateral del inmenso río Neva, de cuyo paso solo me acuerdo de penalidades, pues nos coincidió con una invasión de cruceristas que convirtieron la visita en multitudinaria, nerviosa, caótica.

Tengo especial recuerdo de la Academia de Venezia, al lado del Gran Canal, de la que se me ha quedado indeleble “La Tormenta” de Giorgione.

En Nueva York visité sus tres grandes museos, y otros más pequeños, pero también extraordinarios, como The Frick Collection y The Morgan Library, fundados por Henry Clay Frick y John Pierpont Morgan, dos “pajaritos” de los que prefiero no hablar, y sí recordar la Anunciación de Filippo Lippi que vi en el primero de ellos.

El Louvre me resulta inolvidable por la lectura emocionada, en voz alta, que hice del poema de Rilke titulado  “Torso arcaico de Apolo” delante de la escultura “Torso juvenil de Mileto” en la que se inspiró.

De extraordinaria importancia nos pareció el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles,

y el de Bellas Artes de Valencia, que lo tenemos tan cerca, tan a mano,

más el de Mauritshuis, en La Haya, donde luce La joven de la perla, y tantas otras obras…

Me pregunto para qué sirve el arte que guardan los museos. ¿Sirve para cuidar heridas, serenar al desesperado, dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar techo al que no tiene casa?

A mí me basta saber que,

si sirve a alguien para alegrarse por un nuevo día que llega, ya sirve,

si sirve para que grupos de escolares se sienten delante de los cuadros o esculturas escuchando al profesor y levantando la mano para preguntar, ya sirve.

Por esto, me encanta saber que algunas familias viajan a Madrid con sus hijos de corta edad para estar juntos delante del cuadro de Las Meninas, y compartir sorpresa, alborozo, aburrimientos incluso. Y, quizá, disfrutar imaginando cómo los niños recordarán esta visita. De mi experiencia diré que, en más de una ocasión, nuestros dos hijos se quedaban tranquilamente en la entrada de algún museo mientras nos esperaban leyendo sus propias lecturas o gestionando su propio entretenimiento, de lo que queda constancia en nuestra biblioteca de fotografías en papel y en diapositivas.

Y ahora pienso en la cantidad de jóvenes que se preguntan ¿por qué ir a un museo? ¿por qué no contemplar, en su caso, los cuadros en las redes sociales del propio museo?

Y como respuesta, yo mismo me animo a preguntar en alta voz: ¿por qué no servirnos de ambas posibilidades, la de visitar los museos como siempre, y la de visitar los museos a través de las redes sociales?

Ambas maneras me parecen excelentes y creo que se ayudan mutuamente.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.