Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Ceiba

9 de febrero,

viernes

Arnolfini y Giovanna.-

Quisimos visitar la National Gallery en un viaje de fin de semana a Londres.

Sabiendo mucho de cansancios y de prisas visitando Museos, en esta ocasión nos propusimos ver, solo, el cuadro del “Matrimonio Arnolfini” y, de paso, todo lo que cayera a nuestra vista. Eso fue lo que hicimos.

Pasamos despacio, pero sin pausa, por delante de muchas pinturas para que nos tocaran de su gracia y de su magia por la sola cercanía. Ya delante del cuadro elegido, estuvimos un buen rato tratando de ver por qué tanta gente, durante tantos siglos, habían certificado su valor contemplándolo y escribiendo sobre él. Estos fueron algunos de los detalles que atraparon nuestra atención:

  • El señor y la señora, ambos en situación de matrimonio: quietos, solemnes, escultóricos, teatrales;
  • La severidad del rostro de Arnolfini y la bondad de rostro de Giovanna, tan definitorios del modelo masculino-femenino;
  • Las manos de la pareja, las que están juntas, con una importante carga relacional bien manifiesta en el quedar de ambas posiciones, dejada la palma abierta de la mujer sobre la del varón que acoge y sostiene; y la mano derecha del varón, como bendiciendo y reforzando su autoridad en el cuadro;
  • Las cabezas de los protagonistas y su clara posición de dominio-sumisión, altiva una, retraída la otra;
  • Las naranjas sobre la mesita de debajo de la ventana por donde entra a la habitación la luz esencial, ¿por qué naranjas?, ¿de dónde llegaron en 1434?;
  • La cama casi tapada por la señora;
  • La rica alfombra apenas visible;
  • Los pies descalzos del marido y los varios zuecos repartidos por la sala, para nada de manera arbitraria, un detalle más de la posición del hombre y de la mujer según el lugar de los zuecos (tienes la impresión de que no hay nada dejado a la casualidad);
  • La lámpara con una sola vela encendida, quizá con la única finalidad de hacer más visible la cercana firma del cuadro;
  • La firma del cuadro, tan escrupulosamente escrita: Joannes van Eyck fuit hic 1434. Juan van Eyck estuvo aquí en 1434. “Hic”: un adverbio latino para expresar: aquí, en estas circunstancias, en esta ocasión. ¿Qué exactamente? Viendo la pintura no fui más allá de algo relacionado con el matrimonio, importante sin duda, porque allí fue invitado y quiso estar el pintor flamenco, y certificarlo con su firma de una manera tan artesanal como espléndida;
  • El perro a los pies de la pareja, no un perro cualquiera sino uno muy expresivo del poder económico de los protagonistas;
  • El espejo reflejando a la pareja por detrás, y mostrando a otros presentes en la habitación que la vista del pincel no descubre, pero sin que aparezca reflejado el perrito, lo que necesariamente habrá dado ocasión para tantas conjeturas que expliquen la extrañísima anomalía;
  • Las diez estaciones del vía crucis que coronan la esfera;
  • El rosario colgando junto al espejo;
  • Una escobilla colgando del armazón de la cama;
  • La maternidad deseada, conseguida por el pintor con el abigarrado fruncido del vestido…
  • La delicadeza y minuciosidad del bordado vertical del vestido de la mujer,

En fin, un cuadro cargado de detalles y de símbolos, y, seguramente, con un protagonista claro, el espejo, que a tantos pintores y escritores ha seducido a través de la historia, entre ellos, claro está, a Velázquez, doscientos veinte años después, en Las Meninas.

Me ha encantado volver a ver este cuadro, rememorando aquella visita, decir algo de él, percibir lo mucho que su estudio puede enseñar sobre su tiempo, sus costumbres, su cultura… ,

y hasta, quizá, pensar que el arte expuesto en tantos museos bien podría ayudar a escapar de las vidas inertes y frías que aporta cualquier actualidad.

10 de febrero,

sábado

Hipérbole y apocalipsis en la política.-

Parece incoherente hiperbolizar lo contingente y magnificar de manera arrebatada lo que puede ser o no ser, que es el territorio propio de la política, pero es lo que vemos a diario.

Podríamos pensar que este vehemente afán sacralizador tiene su origen en las largas dolencias dogmáticas que vuelven a amenazar las democracias alcanzadas hasta ponerlas en suspenso.

Los dogmas de la política laica (el “dogmatismo ambiental” se ha inventado hace unos días) no tienen el crédito de los dogmas religiosos de siempre, porque son incompatibles dogmatismo y laicidad. Cuando con tanta insistencia se les utiliza, carecen de la firmeza de las creencias y se agotan en el oportunismo de intereses, y se les hace aparecer como verdades inmutables a través de todo un ceremonial de hiperbolismos apocalípticos para, a la vuelta de la esquina, aparecer sus propios propagandistas metidos de lleno en la hipocresía de lo que denunciaban.

Lo estamos viviendo ahora mismo con el viraje del Partido Popular en relación con los temas de las amnistías y de los indultos, que asume la necesidad de abordar una reconciliación con los independentistas, incluido con el mismísimo Puigdemont. Todo indica que se trata simplemente de cómo ganar elecciones movilizando a la gente sea como sea. (Ayer veíamos al Presidente de Argentina Javier Milei abrazándose con el Papa Francisco; hace pocos meses, cuando era candidato, dijo de él que era el Representante en la tierra del Maligno).

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.