Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Laurisilva

16 de febrero,

viernes

Elucubraciones del escritor.-

Cuando escribes es muy probable que, al menos, exista un lector y, por lo tanto, hay dos buenas razones para intentar escribir bien, para satisfacción de quien escribe y para placer del que lee.

Tratar de escribir bien exige el aprendizaje perseverante y audaz del arte literario. No solo hacer un acertado uso de las palabras sino de movimientos estilísticos también difíciles como:

manejar con destreza las elipsis,

relatar sin subrayar,

contar sin contarlo todo,

no explicar lo que al lector le basta con vislumbrar o intuir,

imaginar iluminadoras asociaciones entre elementos dispersos, secundarios o meramente anecdóticos…

Y, sobre todo, cumplir cuatro requerimientos del buen escritor: observar, reflexionar, insinuar, matizar.

Porque escribir no es, solo, traducir el pensamiento o la emoción a palabra, ni tampoco es, solo, transcribir a papel lo que expresas oralmente, sino algo radicalmente más que tiene que ver con la creatividad, que sea “tuyo” lo que dices, que se nutra de la propia experiencia. Cada escritor escribe sobre lo que le inquieta, o atrae, o conoce, sobre lo que le parece, sobre lo que le inspira. El arte depende de cada individuo: es libre y personal, cuanto más libre y más personal, mejor. Arte y realidad no tienen por qué coincidir.

Es un deseo intentar escribir bien…: sin agobios, sin temores críticos, sin ansiedad por ser original;

con fervor, esfuerzo, paciencia;

repasando y rehaciendo,

porque todo escritor debe atenerse a lo difícil, hacer frente a toda resistencia. Que algo sea difícil tiene que ser un motivo para hacerlo.

En fin, merece la pena escribir si lo haces con agrado, con alegría.

Y, por supuesto, siempre leyendo a los mejores escritores. Incluso a mediocres y secundarios, hasta sentir aburrimiento, y alcanzar a saber por qué te aburren.

17 de febrero,

sábado

 Un ideal saludable para cualquier tiempo.-

Platón terminó su Diálogo Fedro de esta manera:

Fedro.-

Así será. Pero vámonos yendo, puesto que el calor se ha mitigado.

Sócrates.-

¿Y no es propio que los que se van a poner en camino hagan una plegaria?

Fedro.- ¿Por qué no?

Sócrates.-

Oh querido Pan, y todos los otros dioses que aquí habitéis, concededme que llegue a ser bello por dentro, y todo lo que tenga por fuera se enlace en amistad con lo de dentro; que considere rico al sabio; que todo el dinero que tenga solo sea el que puede llevar y transportar consigo un hombre sensato, y no otro.  ¿Necesitamos de alguna otra cosa, Fedro? A mí me basta con lo que he pedido.

Fedro.-

Pide todo esto también para mí, ya que son comunes las cosas de los amigos.

Sócrates.-

Vayámonos.

18 de febrero,

domingo

Ponerse en camino.-

“Ponerse en camino” es muy distinto a “dar una vuelta”.

Lo primero, me parece que hace referencia al hombre como parte de la naturaleza; lo segundo, al hombre, como parte de la sociedad.

O de otra manera más sencilla: los caminos están hoy, todavía, en los pueblos; en las ciudades hay calles, avenidas, grandes vías por donde salimos a dar una vuelta, y por donde difícilmente decimos que salimos a caminar. Sí a correr… (¡cuánto se parecen el correr urbano y el correr tras el rendimiento laboral y el dinero!).

En las ciudades nos desplazamos por aceras como lugares obligados para peatones.

Somos “peatones” en las ciudades, entre edificios altos, entre coches, bicis y patinetes, que exigen estar muy atentos para evitar desagradables incidencias. Y ni siquiera “peatones”, de tantísimas horas con las piernas cruzadas en los despachos, talleres, oficinas, metros, autobuses…,

durante semanas, meses, años…

Quiero pensar que cuando, a nuestra edad, salimos cada día a “dar una vuelta” por nuestros inmediatos alrededores estamos haciendo algo parecido a una caminata, a la caminata que nos es posible hacer, de manera que pisar la calle y ver el cielo troceado por los edificios nos sabe, un poco, a caminar por bosques, colinas y praderas.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.