Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Flor de Romero

2 de diciembre,

viernes

Puerto d’Eslida.-

Los paisaje de bosques, de alcornocales, ramajes en primer plano, hierbas a pie de suelo, abundante romero florecido en
este otoño ya casi ido,
musgos adheridos a las caras norte de las montañas como si
estuviéramos en un año lluvioso,
florecillas que se levantan desde la misma tierra extensa,
curvas y curvas que parece que juegan a ochos,
subidas empinadas que son ascensiones,
aire de silencio en la atmósfera como si ésta imitase, en cielo abierto, el silencio benedictino de los claustros…
así me pareció el puerto d’Eslida,
desde la localidad de Chóvar,
en este segundo día de diciembre que me llena de color y de
aromas el tibio olor de las flores que se gustan en el frío.

3 de diciembre,

sábado

¿La avaricia de los viejos?

Hay un pensamiento muy generalizado sobre la avaricia asociada a la ancianidad, pero también podría resultar que, donde se dice “avaricia”, exista, más bien, autodefensa, la última defensa que le queda al anciano para mantener su visibilidad en la familia.

4 de diciembre,

domingo

Efecto dominó.-

Ahora, más que en la etapa adulta de la vida, me sorprendo mirando mis primeros años de vida, que me llevan, casi siempre, a la belleza inmensa de la infancia y a tomar partido a favor de quienes viven en esa edad…,
los veo, me complazco con ellos.
Son todo lo que son.

“Ser todo lo que son…¡!”, eso solo pasa en esta etapa primera de la vida!!, hasta que llega ese momento en el que te das cuenta
que ya no…, que ya no…, que ya no…
mientras crece el adulto en-mas-ca-ra-do en el que nos vamos
transformando.
Esto escribía el 21 de noviembre,
pero allí terminaba en unos puntos suspensivos reiterados que hoy prefiero concretarlos en algo, y me ha venido al
pensamiento la máscara, el velo con el que nos cubrimos el
rostro las personas adultas (con independencia del país y de la cultura en donde vivamos),
sin que nos llame la atención presentarnos ante los demás con el rostro tapado con un velo.
Todos deberíamos protestarlo con coraje, sobre todo frente a los políticos, que deberían ser ejemplares en la gestión de lo público, pues el ejemplo es la única manera solvente de influir en los
demás,
pero no,
la democracia está olvidando elegir a los mejores,
basta a muchos votar para ungir a cualquier cantamañanas que
nos haga gracia, o nos adule, o nos prometa…
para luego dejarnos sin voz en el Congreso y en el Senado, para no querer hablar luego de los temas que importan, y dedicarse predominantemente a los abucheos y a la bronca más grosera con fines electoralistas en la esperanza de que, así, volverán a ser
“elegidos”.
Me temo que, para “desenmascarar” a los políticos, las personas debemos plantearnos dar ejemplo, modificar nuestras
costumbres, desconfiar de la omnipotencia de los actores
políticos, profundizar en la evolución personal, mirar a la infancia, a aquella etapa en la que éramos todo lo que éramos, y confiar en el efecto dominó, porque no se trata de imponer el parecer de cada uno, sino de pensar en modo colectivo:
sin ponernos en el lugar del otro no puede haber cohesión social,
sin empatía no puede haber un mundo propio y común,
propiciado y mantenido por la responsabilidad colectiva sobre lo que es de todos.

5 de diciembre,

lunes

El mercadito.-

En mi barrio, alrededor de la calle Convento de Jerusalén, todos los martes montan un mercadillo variopinto ocupando varias de sus calles, que se llenan de las tan inconfundibles y tan sonoras llamadas invitando a acercarse a la gente que lo visita y a llevarse alguna de sus ofertas.
La mayor parte de quienes lo visitan son mujeres, a quienes se las ve con gusto, con agrado, y sin prisa; visitan los puestos, manipulan mercancías, se prueban algo, desde una joya a unas zapatillas o a un vestido de esos que se pueden probar sin necesidad de probador o simplemente vistiéndolo sobre el que lleva puesto.
Veo a una señora en plena actuación:
Coge un vestido,
Lo mira, lo acerca, lo aleja,
Lo olvida sin tener claro hasta cuando,
Revuelve en el montón,
Aísla otro,
Vuelve al primero,
Hace como si se lo probara,
Pregunta,

Y al final decide decidirse,
Se para todavía, pero no lo piensa más,
y se lleva la prenda,
feliz,
segura, seguro, de que ha hecho una buena compra y ha pasado
un buen rato.
El Ayuntamiento respeta, y facilita, este uso de las calles (¡ay, si alguien mantiene un coche aparcado en la zona, tiene garantizado el disgusto!); la gente y los vecinos ven estos mercados con mucha comprensión; la propaganda escrita en los carteles que pueblan los tenderetes es un mar de curiosa, y la voz de los artistas que anuncian sus productos tienen una musicalidad que solo en estos mercaditos se puede escuchar, mezcla paradójica de escepticismo y de convicción, de resignación y de disfrute, y que bien podrían declararse
Patrimonio de la Municipalidad.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.