Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Flor del almendro

16 de septiembre,

viernes

Hay personas que desean que las cosas no puedan ser de otra manera, hasta el punto de que se ha estereotipado la frase que pretende zanjar una conclusión o poner fin a un proceso de toma de decisiones:

“como no podría ser de otra manera”.

Se usa a diario en los Parlamentos, en las tertulias, en la prensa, hasta alcanzar el vasto campo de las conversaciones en la calle, y hasta en cualquiera de los rincones de nuestra propia casa.

Me quedo perplejo observando que la “frasecita” circula sin levantar reproche alguno, que incluso puede dar prestigio a la persona que la usa haciendo pasar como sabia una frase obviamente estúpida, obviamente falsa y, sobre todo, obviamente manipuladora e inmoral.

¿Cómo es posible que algo tan maliciosamente obvio se abra camino tan fácilmente en el lenguaje de las personas?

Apunto tres razones:

1ª.- Una inmensa pereza democrática para dialogar y socializar.

2ª.- Una inmensa gana de engañar para conseguir lo que uno se propone bloqueando otras maneras de hacerlo.

3ª.- Una inmensa credulidad de la gente absorta en trabajar, en descansar del trabajo y en distraerse el tiempo.

17 de septiembre, sábado

Pienso esta mañana en las luces y las sombras de cada 8 de Marzo, llamado “Día de la Mujer”,

tan discriminativo, pues viene a expresar que el día de la mujer no es día del hombre,

y tan poco visionario, pues no reivindica un “Día del Hombre” para aprender a no hacer uso de sus derechos consuetudinarios.

Todo “día de Algo” lleva aparejado una cierta desconfianza hacia la causa que se defiende y una impulsiva prisa por la búsqueda de atajos, de manera similar a como toda campaña electoral es un fiel reflejo de la falta de confianza en los votantes, en la propia política y hasta en la propia democracia.

De momento, traigo a página, en un día cualquiera, “el Día de la Mujer” para recordar que todos los días son días de las mujeres y de los hombres.

18 de septiembre, domingo

Cuando estuve unos días en la ciudad de Linz, llamó  mi atención la fenomenal estatua a La Trinidad levantada en la gran plaza de la ciudad, que habían construido sus habitantes por haber sido capaces de doblegar la peste soportada en el siglo XVIII.

Así pasaba en Europa, en el centro y en la periferia, hace tres siglos largos. Todos hemos visto en Valencia la gran estatua que hay en la confluencia de Gran Vía de Ramón y Cajal/Ermita, dedicada a nuestro Patrón San Vicente Mártir, en recuerdo de la peste que asoló la ciudad en el año MDCLXXVII (SIC), en la que los sanitarios, los políticos y la sociedad se comportaron de manera muy, muy parecida a como lo hemos hecho ahora.

Nadie cuestiona hoy estos monumentos que pueblan tantas ciudades (¿alguien se imagina a un político, moderado o ultra, reivindicando la demolición de la estatua de San Vicente Mártir?); pero, a su vez, a nadie se le ocurre inmortalizar con estatua alguna el fin de esta pandemia del COVID, pues todos saben que su origen no tiene nada de épico y celeste y sí tiene mucho que ver con la mercantilización de la existencia, la avaricia de los humanos y la globalización de la vida (aunque todavía no se sepa si esta pandemia se transmitió de animal a hombre en Wuhan o se escapó de un laboratorio).

Supongo que es mejor así. En nuestra sociedad ya muy pocos piensan que Dios o los santos tengan algo que ver con estas enfermedades generalizadas, y muy pocos los dispuestos a engrandecer comportamientos personales o institucionales. La mayoría piensa que la gran precocidad en el invento de vacunas eficaces tienen ya su monumento en los beneficios portentosos de las empresas que las financian y las patentizan, y en cuanto al esfuerzo y riesgo de los Sanitarios y Otros Profesionales del Cuidado…, ¡ay!, pasados los días difíciles, amortizados los muertos en UCIS y en Residencias de Mayores, nos olvidamos del fervor y de los aplausos de los balcones y volvemos al aturdimiento nuestro de cada día y a los particularismos de cada cual. Tengo la impresión que no hemos aprendido de la tenebrosa experiencia. Ahí siguen, por ejemplo, las mismas Residencias para Mayores, gestionadas en un 90% por la iniciativa privada; y sigue la dificultad para que sean actualidad los severos inconformismos que generan en la vida ordinaria de sus habitantes, que difícilmente se manifiestan colectivamente en las calles.

Se seguirían produciendo muchas muertes evitables…

No sé qué sería lo equivalente a la estatua a la Trinidad en la ciudad de Linz o a la de San Vicente Mártir en la ciudad de Valencia, pero hay algo que echo en falta en mi intimidad.

19 de septiembre,

lunes

En 2020, Javier Marías escribió una página en El País Semanal con el título de “Pero ojalá estuvieran”, en la que quiso rememorar a sus padres.

 Terminaba así:

“Mi padre y mi madre ya no existen, ya no sufren. Algo es algo. Pero ojalá estuvieran”.

Pues algo así quiero decir: Ojalá estuviera.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.