Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Geranio

11 de noviembre,

viernes

El 21 de octubre pasado entró en vigor la Ley de Memoria
Democrática, tan necesaria, tan tardía, que me gustaría poder valorar como el fin de un tiempo de guerra civil.
Pese a los pocos días de vigencia han pasado ya muchas cosas, suficientes como para evidenciar el alivio de muchos y el abstencionismo incómodo de otros, que, con sus ausencias y excusas, expresan algo tan indeseable como una cierta normalización de los crímenes del franquismo.
¿Nos encolerizamos? ¿Los odiamos?
No. Decididamente, no.
Es preferible no entrar en cólera.
Más preferible aún no odiar.
Y atrevernos a intentar entender por qué pasa lo que deseamos que no pase: para aprender de ello. Y, mientras, actuar democráticamente, de manera perseverante. Ésta es la indignación que más me gusta.

13 de noviembre,

domingo

Vacaciones con geranios.-

“Nunca geranios, piedras y alturas congeniaron tan bien como
aquí”.
Ocurrió en Linsoles, muy cerca de Benasque, iniciando
vacaciones de verano, con nuestros dos hijos pequeños.
Al salir a la terraza de nuestro primer piso, de madera y piedra, rodeada toda de macetas con geranios,
y desde la magia de la montaña que tenía en frente…

anoté en un bloc esa expresión de la que cuarenta años después me hago eco, que me permite seguir añadiendo sensaciones espirituales a aquella experiencia.

14 de noviembre,

lunes

El peso de la harina.-

Sucedió el martes pasado, a la salida del Almudín, donde
habíamos escuchado el concierto que todos los martes ofrece la Sociedad Filarmónica de Valencia. Curioseando las calles
próximas por donde pasaba, me encontré con una que decía así:
“CALLE del peso de la HARINA”,
en un cuadradito delicado, humilde y sencillo, con las letras armónicamente distribuidas, y destacadas de la manera que señalo en el papel.
Aunque ya era de noche, reconozco que me deslumbré con esta
rotulación, y esta sorpresa me ha acompañado durante toda la semana, irrumpiendo varias veces con muy variados pensamientos y sensaciones.
La calle está muy cerca del edificio del Almudín, que fue el granero de trigo de la ciudad de Valencia. La monumentalidad de este edificio respira belleza por toda su arquitectura y en sus pinturas, y pone en evidencia la importancia de su función. Como dice Sanchis Guarner en su espléndida obra La ciudad de valencia, el déficit en cereales era el punto débil de la agricultura valenciana, de manera que se importaba trigo, principalmente de Sicilia.
Paso fácilmente del trigo a la harina;
más difícilmente de la harina al “peso de la harina”,
y, de ahí, al lugar donde la pesaban, que los valencianos
quisieron ensalzar rotulando una calle cercana al Almudín donde estaba la casa para pesar escrupulosamente la harina, con fines de protección, de un bien tan básico, escaso y primordial para todos los que habitaban en la ciudad (la guerra en Ucrania sigue poniendo en evidencia que los cereales siguen siendo un bien primordial para todos los que habitan en el mundo).
La historia está, también, escrita en la rotulación de las calles.
En la ciudad antigua, la toponimia urbana actual da testimonio silencioso de las instituciones gremiales y profesiones de entonces. Mientras que en los tiempos modernos tendemos a elegir rotulaciones con nombres y apellidos de personas.
Qué diferencia tan significativa.
Desde la actualidad, podemos conocer claramente cómo los
valencianos reafirmamos, silenciosamente y de manera
unánime, nombres de tantas calles como la que aquí señalamos, reafirmándonos como pueblo al hacerlo.
Y podemos imaginar qué podrían sentir los valencianos que vivan dentro de setecientos años si se encontrasen, callejeando, rotulaciones con nombres:
de ministros actuales que inauguraron algo,
de dirigentes de algún partido político,
de países cercanos o lejanos porque nos visitó una vez el
Presidente de los mismos.
Por eso me escandaliza la frivolidad de discutir desde las
ideologías la rotulación de una calle en la ciudad, pues nos
veríamos abocados a cambiar el callejero cada vez que hay
elecciones locales.
Por eso me escandalizo ante la obscenidad ocurrida en Madrid
con la reposición al General Millán- Astray en la calle que tuvo hasta 2017, retirando, por tanto, la placa…nada menos que a la Maestra Justa Freire: si no lo veo, no me lo podría creer, pero, queridos lectores, acaba de ocurrir.

La CALLE del peso de la HARINA ahí sigue con el sabio silencio de los siglos: nadie la enaltece, nadie la ataca: no está disponible: somos nosotros…, sigue en su sitio, en una dorada indiferencia.

15 de noviembre,

martes

Este día.-

Haber vivido “este día” es la mejor credencial para partir hacia el vivir del día siguiente.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.