Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Mimbrera

15 de marzo,

viernes

Las afinides casuales.-

Esta mañana visitaba la librería del FNAC. El visitante que me precedía preguntaba por “En Busca de Sentido”, el libro que escribió Víctor Frankl (Viena, 1905-Viena, 1997) y, sí, allí estaba; siempre en las librerías, porque las personas siguen buscando “sentido” mientras caminan por la vida y por la muerte.

Me fijé en la persona que preguntaba, con un impulso de querer cruzar miradas de complicidad, pues tan sobresaliente coincidencia me creaba una íntima afinidad, parecido a como la creaba encontrarme en otros tiempos con alguien que llevaba Cuadernos para el Diálogo (1963-1978), o Triunfo (1946-1982), o El Viejo Topo (1976-1982), revistas a las que tanto debemos mucha gente de este país.

Somos nosotros quienes “buscamos” y “atribuimos o negamos”, sentido a la vida.

¡Cuánta diferencia entre lo que percibimos y el significado que atribuimos a lo que percibimos!

Tengo la impresión que las posibilidades de la Inteligencia Artificial para percibir son, y serán, incalculables, y pueden, y podrán, reportarnos inmensa utilidad, pero creo que la atribución de sentido seguirá siendo una capacidad exclusiva de los humanos, que saben discernir y medir la distancia entre lo percibido y el sentido que cada uno le atribuye.

Quizá la persona de unos sesenta años con la que coincidí esta mañana en el FNAC deseaba adquirir el libro de Víctor Frankl porque buscaba averiguar si en condiciones extremas es posible encontrar sentido a la vida, pues, quizá, había tenido noticia de que su autor había dejado escrita su respuesta después de haber sobrevivido entre 942 y 1945 en los campos de exterminio nazis de Auschwitz y Dachau.

16 de marzo,

sábado

Cántico Espiritual .-

¿Adónde te escondiste,

Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

habiéndome herido;

salí tras de ti clamando y eras ido.

Es la primera canción del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz (Fontíveros, 1542-Úbeda, 1591).

Creo que no es una buena idea tratar de descifrarlo con el ánimo de establecer una verdad sobre él.

Más me gusta desear que cada uno haga su propia lectura,

que se exponga a su influencia,

que se deje llevar por sus reclamos,

y se deje invadir como la lluvia fina cae sobre la tierra.

En esta obra con mucha más razón, pero es lo que pienso de cómo acercarse a toda la buena poesía.

Hablo en esta ocasión del Cántico Espiritual porque he leído muy recientemente en El País que una mujer ha gastado años y años para aproximarse a la verdad de lo que quiso expresar el místico español, hasta conseguir esta nueva y reveladora edición que tengo en mis manos, que subtitula “Nueva edición de Lola Josa a la luz de la mística hebrea”.

Celebro que Lumen invierta en la publicación de este libro;

alabo que existan personas que elijan tareas como ésta para gastar su vida;

disfruto comprobando que El Cántico Espiritual fue escrito en castellano, en el castellano de la época, y que el libro incluye un facsímil del mismo, y siento íntimo agrado pasando por cada una de las palabras que escribió.

Y, finalmente, elogio que, en el mundo que vivimos, haya noticias como ésta: me da ánimos y me sugiere posibilidades.

17 de marzo,

domingo

Las cosas.-

¿Qué podría decir alguien que entra por primera vez en esta habitación desde la que escribo y viese, cuidadosamente situado cerca del techo, un precioso boomerang donde figuran una montaña de tierra roja en el centro, canguros en las esquinas, y dibujos rústicos pintados por aborígenes?

¿Qué podría imaginar si viese en uno de los laterales de la biblioteca un mapa donde destaca la ciudad de Zhuhai, en la desembocadura del Río de Las Perlas, frente a frente de Hong-Kong?

¿O como reaccionaría si se encontrase con una Edelweis encristalada con soportes de madera?

¿O un cuadro que enmarca una cuartilla en la que aparece el esquema de una vivienda que señala todos sus espacios incluyendo un patio interior con el nombre de lo que es cada habitación y aparecen rayados los muebles más queridos?

Quizá esa persona diga después de mirar un rato: Cuántas “cosas” habitan en esta habitación, además de lo evidente, que son los libros.

Las “cosas” que ve y las que tardaría mucho en ver.

“Cosas” seguramente difíciles de encontrar porque están ocultas entre las páginas de cualquier libro, que mantiene deshidratadas, pero vivo, el recuerdo de lo que significaron.

Siento todas “las cosas”, las que sé y las que ya no sé, en estado apacible, de sigilo, casi en penumbra…

Quizá esa persona que ha entrado en esta habitación está pensando: llorarán a mares cuando perciban que la tardanza en llegar significa que se ha ido para siempre.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.