2 de septiembre, viernes
Los bosques.-
A finales de junio prometí que el día 8 de septiembre estaría de vuelta, con la colaboración semanal que, en este curso, traerá a página la presencia de un árbol.
Porque me gusta pensar que en los jardines puedan crecer y vivir junto a flores y hierbas;
por el gusto y aprecio de que existan en las ciudades, donde tan necesarios resultan para aliviar rigores de cemento, excesos de alturas y locuras de coches volando por el suelo;
por lo provechosos que podrían resultar para ilustrar a los ciudadanos de la gran variedad de árboles que existen en las ciudades, aunque la prisa y la cultura urbana no nos inviten a conocer y degustar las distintas especies de vegetales que conviven con nosotros…
Un árbol para cada semana:
como señal de la existencia de los bosques,
como recurso para pensar los bosques inmensos que nos precedieron,
como recuerdo de los bosques que fueron la casa de los prehomínidos y de una gran variedad de especies animales, muchas de ellas ya inexistentes o en trance de extinción.
Un árbol cada semana:
como presencia, también, de la madera tan diversa que habitamos en tantas pequeñas cosas que nos rodean a diario, entre ellas, la cercanía entrañable de los lápices que tanta utilidad y agrado nos depararon y nos deparan.
Un árbol, solo o en su bosque,
para aportar refrigerio, memoria, ganas de tenerlos con nosotros…,
para sentimentalizarlos,
para atenuar la inercia irresistiblemente asfáltica del mundo,
para recordar la profunda necesidad de conectar con la naturaleza y de defender la vida salvaje que todavía queda.
Es decir, cada semana un árbol para señalar la conciencia verde de tantas personas que somos anónimas.
3 de septiembre, sábado
La emoción de escribir.-
Es muy variable el tiempo de permanencia de lo que escribimos…,
pero quien escribe con dedicación conoce en su mar a dentro que llegarán momentos casuales que percibirá como alcances íntimos,
como instantes pletóricos de bienestar,
bien como lector de uno mismo, bien de algún lector que hace llegar su sentir, o bien porque uno imagina casi sin darse cuenta cómo pueden reaccionar otros frente a un episodio que no verbalizan.
Este sentimiento, quizá, es el que define a todo escritor, no solo, ni principalmente, a quienes escriben porque lo ejercen como oficio, sino a quienes lo hacen porque se sienten llamados,
y es por ello que no se desalientan por circunstancias exteriores, que además nunca conocen del todo, ni controlan.
Escritores han habido que murieron sin haber tenido lectores, pese a haber escrito mucho y bien: la historia de lo escrito fácilmente lo demuestra.
Quiero decir que siento una cierta pura necesidad de escribir, parecida a la que experimenté siendo joven y que ya de adulto derivó por caminos profesionales.
Seguiré en este “nuevo” curso con el mismo género de escritura del pasado, es decir,
un dietario sin ninguna clase de orden cronológico,
en donde mostraré con más o menos realismo/con más o menos ficción episodios de mi vida personal, enlazados siempre con la realidad en la que estoy viviendo: recuerdos, reflexiones, entradas de prensa, poemas…, en fin, fragmentos de lo que vivo, o de la vida de otros que veo y experimento, tratando de hacer sitio al yo de los demás.
Recordar…
porque tengo muchos recuerdos, y muchos de ellos pertenecen a una época tan distinta a ésta desde la que escribo:
tan aislada aquella,
tan incomunicada,
tan atrasada,
tan desigual,
tan natural que fuese rabiosamente masculina, y así la sufrieron las mujeres sin, quizá, el consuelo de percibir que era tan rabiosamente injusta como la empezamos a percibir hoy.
Recordar cosas de entonces,
para no olvidarlas,
para entender mejor las cosas de ahora,
para proyectar hacia el porvenir con cambios graduales y prolongados comportamientos que buscan a valores universales comunes.
Reflexionar…
para tratar de pensar aspectos esenciales de las situaciones que nos toca vivir. Y poner en acción el propio pensamiento crítico, olfateando aquello que necesita ser pensado con prioridad, sin dejarnos hipnotizar por el vendaval de informaciones y de datos que quieren ser la alternativa de la verdad.
Ensayar sobre entradas de prensa…
que nos dará ocasión, y nos estimulará, a la reconstrucción de la vida pública a partir de lo pequeño y de lo cercano, para no dejarnos llevar por el desaliento social, por el abstencionismo político, por la insolidaridad entre personas y, especialmente, por la insolidaridad entre personas de distintos países, ésas que “emigran” de unos lugares a otros y que tanto nos cuesta comprender y, por ello, aceptar que entren.
Cantar…
desde algún poema cercano o recién descubierto que ayudan a sentir lo inexpresable, y te acercan al calor de lo infinito, a nosotros, que tan finitos somos, de manera que tengamos la impresión que hacemos de la poesía nuestro hogar, al menos a ratos….
Acompañados, claro, de las dudas que lleguen, asombros, meditaciones, esperas alegrías, quebrantos, silencios…,o con otras palabras, el gozo de existir o la pena de la existencia.