Llamamos a una conducta “ejemplar” cuando coincide con lo que debe ser,
con lo que mucha gente piensa que debería ser una conducta,
como si la conducta materializase la expresión de algo que nos resulta común, reconocible y deseable, pues lo que resulta ejemplarizante no es lo escrito en una tabla inmutable de valores, sino, más bien, aquellos que son aceptados por una comunidad histórica determinada.
Eso pasó con la llegada a Valencia de los migrantes del Aquarius. En esta embarcación se concentraban 630 personas que habían sido rescatadas en distintas operaciones de los botes de goma por los que habían pagado a las mafias que viven del tráfico de migrantes.
Fue el Gobierno de España quien ofreció el puerto de Valencia para recibir al Aquarius y poder prestar a sus ocupantes la ayuda humanitaria precisa en una situación de intensa desesperación y riesgo:
aquella decisión resultó “ejemplar”,
fue aplaudida por todos los Estados de la UE, incluidos Italia y Malta que se habían negado a acogerlo,
y por la mayoría de los ciudadanos españoles, me parece.
Lo particular, la decisión de un Estado de ofrecer puerto seguro a los inmigrantes, alcanzó un relieve universal;
lo particular, la decisión de un Estado, brilló, no tanto con luz propia, sino con la luz de la objetividad que representaba una valor que muchos compartían: el valor de la fraternidad:
fue un “ejemplo” porque “ejemplarizaba”,
porque materializaba un valor universal con pretensión de resultar aceptable por la generalidad de los seres humanos:
era la fraternidad hecha acción.
El ejemplo del Gobierno de España fue… una solución parcial a un problema particular (ésta es su debilidad), pero su fuerza estuvo…en lo universal del valor que ejemplificaba frente a las máximas tan dolorosa y sutilmente vigentes
de “sálvese quien pueda”,
o el “cada uno a lo suyo”,
o “todo para nosotros y nada para los demás”.
En una sociedad democrática, todos somos ejemplos y todos somos portadores de ejemplaridad (positiva o negativa).
Hay en la vida ejemplos sin ejemplaridad:
conductas que solo aspiran a notoriedad pública y efímera, que alimentan con la banalidad de sus vidas, con dichos, imágenes colgadas, opiniones ultra rápidas, con mucha capacidad de gregarizar y de crear identidades muy agresivas socialmente.
Hay en la vida, también, ejemplaridad que no encuentra ejemplos,
ejemplaridades cuya carga moral se evapora y se desvanece en la intangibilidad de los conceptos.
El rescate del Aquarius no resolvió el problema de la inmigración y solo parcialmente el de sus ocupantes.
Pero fue un ejemplo que nos obliga a preguntarnos sinceramente qué es lo que hacía allí,
en aguas internacionales,
entre los Estados de Italia y de Malta,
con 630 ocupantes rescatados del riesgo y del miedo de morir sin llegar a tierra.
Se habla, hablamos de la inmigración como si de un Gran Problema se tratara para España o para Europa, cuando, más bien, podríamos tratarlo como un pequeño problema, identificando como Gran Problema que el 1% de la población mundial tiene más recursos que el 99% restante, o la máxima internalizada de “todo para nosotros, nada para los demás”. Todos los que viajaban en el Aquarius tienen, sí, un sueño: el de llegar a una tierra en la que fuera posible trabajar para subsistir y sobrevivir. A estas horas, quizá ya se hayan dado cuenta de que ese sueño…..sigue estando lejano, y nosotros, quizá, sintamos un poco más que debemos estar en contribuir a hacerlo posible.
El comportamiento ejemplar es un modo seguro de tener,
cada uno,
la experiencia de hacer algo que nos permite exclamar en nuestra intimidad que “no solo es bueno para mí o para los míos”.
Y sentir por ello una intensa felicidad.