Primera Etapa

Esencia y valor de la democracia

Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.

Artículo 6º de la Constitución Española.

Nuestra democracia es una “democracia representativa”

porque no hay identidad entre dirigentes y dirigidos,

porque el sujeto y el objeto del poder político no son coincidentes,

porque no realiza el gobierno del pueblo por el pueblo.

Es representativa nuestra democracia porque los ciudadanos que legislan y eligen el gobierno son aquellos que nos “representan”, quienes representan a la totalidad de la ciudadanía, previas unas elecciones.

¿En cuánta medida nos representan? Porque lo cierto es que,

los electores no elegimos entre candidatos individualmente considerados que han decidido presentarse por ellos mismos a una elección,

sino a individuos que figuran bajo el nombre y logo de un partido: elegimos una lista de ciudadanos que han sido confeccionada por un partido y bajo cuyo amparo se presentan como candidatos de ese partido a las elecciones convocadas. Podríamos decir que, aunque la soberanía reside en el pueblo, el pueblo la ejerce a través de los partidos que elige.

De esta manera, los partidos políticos se convierten en “instrumento fundamental para la participación política” (art. 6 C.E.), hasta el punto de que bien podríamos decir que nuestro “Estado social y democrático de Derecho” (art. 1.1) es, también, “un Estado de Partidos”, pues, aunque “la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado” (art. 1.2), son los partidos “lo que concurren a la formación y manifestación de esa voluntad” (art. 6).

Fácilmente podemos llegar a la conclusión que, en la práctica,  quienes representan al pueblo español son los partidos, los cuales:

seleccionan a los candidatos a diputados y senadores,

los dirigen a través de la disciplina de los Grupos Parlamentarios,

y los convierten en meros agentes de su voluntad  hasta elaborar y distribuir argumentarios de uso para quienes figuraron en unas papeletas electorales y ahora son Diputados o Senadores.

Aparentemente, las leyes se hacen en el Parlamento, pero…

¿en qué subterráneos de las sedes de los partidos se hacen las leyes y se nombran a los Presidentes de las Cámaras?

¿de acuerdo con qué procedimiento?

¿en compañía de quién?

¿bajo la inspiración de qué Espíritu Santo?

¿bajo qué clases de influencias?

Es inútil buscar en las Constituciones la regulación de cómo se conforma la voluntad de los partidos, pues “su creación y el ejercicio de su actividad son libres” (art. 6).

Así las cosas, no es arriesgado decir que los partidos son el centro de gravedad de la política y los Parlamentos, la Institución donde se legalizan, se legitiman, se blanquean las leyes, las resoluciones, las comisiones de investigación, el control al Gobierno….

Y tampoco es arriesgado afirmar que los partidos, desde el punto de vista de su naturaleza, son una especie de híbridos entre lo privado y lo público, entre asociaciones civiles y entre instituciones del Estado, con financiación pública y con aportaciones de militantes.

¿Es verdad que el Parlamento se compone de representantes directos del pueblo?

Bien puede afirmarse que no, pues el pueblo elige a quienes antes fueron elegidos por los partidos políticos, quienes nunca fueron elegidos, pues “su creación es libre”.

Por ello, cuando hablamos de “crisis de la democracia representativa” necesariamente hay que hablar de “crisis de los partidos”. Y, sumadas ambas, bien podemos decir que las democracias liberales padecen hoy una Crisis de Representación, que explica mucho de la desafección ciudadana existente.

Hay una cierta ilusión,

o ficción democrática, en nuestras democracias liberales,

aquella que quiso destruir Nietzsche en su “Así habló Zaratustra”, al señalar que el Estado es el más glacial de los monstruos, pues de su boca sale esta falacia: yo, el Estado, soy el pueblo.

¿Son prescindibles los partidos políticos?

Radicalmente, no.

Hans Kelsen, el eminente jurista austriaco y gran teórico de la democracia publicó en 1920 “Esencia y valor de la democracia”. En esta todavía importante obra dice que solo por ofuscación o dolo puede sostenerse la posibilidad de democracia sin partidos, y por ello defendió su regulación, regulación que sigue pendiente y…problemática, pues serían los propios partidos quienes tendrían que legislarla y, quizá, constitucionalizarla con más detalle y precisión.

Regulación de los partidos además de combinar la democracia partidaria con fórmulas de participación ciudadana ajenas al populismo y que mejoren nuestro sistema de representación: toda una tarea por hacer.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.