Lo que caracteriza a los sistemas democráticos son estas dos características:
- Los ciudadanos son dueños de su destino
- Quienes toman decisiones en representación de los ciudadanos-electores son responsables de las decisiones que toman, y los ciudadanos, de los representantes que eligen, y de su control.
Es el abecé democrático.
Los representantes han sido elegidos para decidir, y, en consecuencia, son responsables de sus decisiones. Y deben rendir cuentas por ello. Si hay crisis de responsabilidad política habrá crisis de representatividad, crisis de la propia democracia.
La “culpa” no es una categoría política solvente porque impide pensar la resolución de conflictos en términos de responsabilidad. Pedir perdón por una mala decisión tampoco es un gesto político, es más bien un gesto (de educación) que quiere evitar la instancia política: es un acto de irresponsabilidad. El acto de la disculpa no es emancipatorio.
El comportamiento coherente con la responsabilidad no es tanto la dimisión del cargo que da competencia para acertar o para equivocarte, sino la disponibilidad a “ser dimitido” si así lo reprochan los ciudadanos (directamente o por representación): los políticos están tan disponibles para tomar posesión como para dejar la posesión: porque la política no es un espacio de propiedad sino de tránsito. El político nuevo en el marco de “una nueva política” sabe lo que tiene que hacer y a ello se dedica, aunque no sepa bien qué hacer para volver a ser reelegido.
Item más: los servidores de un cargo dimiten con el mismo rostro de alegría que cuando toman posesión. ¿Exagero? Para nada. En una sociedad más democrática que la conocida, de democracia asumida, mental y cordial, leeríamos lo que acabo de escribir como una obviedad.
La “construcción colectiva de la responsabilidad” da énfasis tanto a su “construcción” como a su “carácter de colectiva”, que es tanto como una invitación a no escapar de “nuestras responsabilidades”, a no “dimitir” como sujetos civiles, políticos y morales.
Y, quizá, escapamos de nuestras responsabilidades cuando decidimos, de manera rutinaria y plácida, que ¡¡nuestro comportamiento político no sirve para nada!!, lo que propicia la afirmación correlativa de que solo el Gobierno, los Parlamentarios, los Jueces, las Multinacionales, Bruselas o cualquier otro poder coloso es el que puede cambiar las cosas. Quiero entender a la gente cuando dice esto, quiero entenderme a mí cuando utilizo este lugar común. Quizá somos prisioneros de la cultura del éxito, de los resultados ya.
Quizá valoramos tanto nuestro esfuerzo individual que…solo lo vendemos a cambio de un resultado grandioso y salvífico,
Quizá, ¡ay!, nos pensamos,
solo,
como titulares de derechos,
y no de responsabilidades.
Resistir y luchar, hasta sin esperanza, ya es un ejercicio de responsabilidad. Denunciar con criterio el mal uso del poder (no consentirlo con el silencio, con la abstención), ya es dejar de ser espectador, ya es empezar a contribuir en “esa construcción colectiva de la responsabilidad”.