Más igualdad y más democracia se corresponden. Y al contrario: la libertad, la democracia, la política se devalúan y retroceden cuando avanzan las desigualdades, es decir, cuando cada vez menos ciudadanos concentran más riqueza: esto es lo que viene pasando en los últimos años. La distribución de la riqueza creada se hace hacia arriba: menos impuestos para los menos (un colosal desplazamiento de la carga fiscal) y más recortes y empobrecimiento para los más: estamos viviendo un periodo de regresión, un periodo de retroceso democrático, un periodo reaccionario.
¿Más democracia? ¿O… exceso de democracia?
Podría pensarse que en la sociedad existe unanimidad sobre cuál sería la respuesta correcta. Pero no es así. Más o menos democracia es un dilema siempre presente en las sociedades y estados democráticos, es decir, todos aquellos para quienes la democracia es un valor declarado, constitucionalizado, y en los que, por tanto, la opinión y la acción de todos influye en las políticas y en los políticos que llevan a cabo los programas de gobierno.
¿Cómo se explica esta continuidad histórica?
Aristóteles, en el Libro VI de la Política, dice:
La pobreza es la causa de los defectos de la democracia. Esta es la razón de que deban tomarse medidas para asegurar una prosperidad permanente, lo que es conveniente para todos, y también para los ricos.
Y en el Libro III dice:
La verdadera distinción entre la democracia y la oligarquía es la pobreza y la riqueza. Dondequiera que los gobernantes deban su poder a la riqueza, habrá una oligarquía. Donde gobiernen los pobres, habrá una democracia. La riqueza pertenece a pocos, la libertad a todos: por esta causa, pobres y ricos se disputan el poder.
Estas palabras se escribieron hace dos mil cuatrocientos años referidas a la polis griega. Y llama la atención la fuerte vigencia que tienen. Seguimos viviendo la pugna entre quienes quieren más democracia y entre quienes piensan que la solución es menos democracia (oligarquizarla) y se las arreglan para disciplinar a la sociedad en esa dirección.
Y así se van sucediendo periodos de progresión y periodos de regresión, apreciables en España en el periodo que iniciamos en 1978. O en Estados Unidos: la pareja Trump/Obama ahora, o la pareja Jefferson/Madison en los momentos fundacionales de la nación americana.
Parece que la mayoría despertamos en este 2018, fértil en significativos movimientos populares de protesta y de reivindicación protagonizados por mujeres y por pensionistas. Pueden significar el regreso de “más política” y “más democracia” frente a la lógica despolitizadora del Estado que pretende la privatización de lo público, la privatización…!del ciudadano!, utilizando los muchos recursos que dispone para ello, entre los que no son menores la instrumentación de la educación primaria y secundaria, priorizando los conocimientos mecánicos y reprimiendo la creatividad e independencia de los alumnos.
Es, de nuevo, la lucha de los que menos tienen (la mayoría) contra los que más tienen (la minoría). Grupos poblacionales, antes pasivos y obedientes, intentan organizarse para conseguir más igualdad y más democracia. ¿Esta reacción popular es sostenible en el tiempo hasta convertirse en una fuerza efectiva capaz de frenar, y anular, las tendencias regresivas y precarizadoras de la realidad social?