Retales De Mi Vida

Paris

París fue el destino de mi primer viaje al extranjero. Lo hice con mis padres y con mi hermana, seguramente a finales de los años 80. Era lo que se llamaba un viaje organizado, en autobús y con un guía que tenía barba y que se llamaba Narcis. 

De ese viaje solo tengo recuerdos buenos, porque, igual que en el resto de los viajes familiares, coincidían dos de mis alegrías: el acogimiento de la familia y de lo conocido, y la ilusión por descubrir algo nuevo, y bello. Era el viaje seguro, en el que quizás lo de menos era el destino y lo de más era la aventura del cómo y del con quién. Igual es por eso que no tengo ni tenemos fotos, sin que nadie sepa por qué. No las necesito; lo esencial está grabado en mi memoria.

Del París que vi entonces recuerdo solo los neones de luces rojas y verdes del barrio de Clichy, donde estaba nuestro hotel, en los anocheceres azules. Entre ellas, un destello a lo lejos del Moulin Rouge. Debía ser marzo o abril. También recuerdo la noche cerrada por la que viajó el autobús atravesando Francia para llegar a París por la mañana, después de haberse reparado una avería que bloqueaba las puertas. Por encima de todo eso, recuerdo las anécdotas familiares que hicieron de ese viaje una aventura feliz para las niñas que éramos, también para mis padres. Las pequeñas historias que forman parte de la memoria de mi infancia y que rememoramos en ocasiones: la chambre del hotel, el recuento de los francos, el reparto del perrito caliente  que comíamos sentados, creo, en un banquito cercano a la Torre Eiffel, la interpretación de las direcciones en los mapas del metro, la búsqueda de aceite para la ensalada, las cenas a hora española en una cadena de restaurantes, el ‘Géant Casino’, con su menú fijo de platos y guarniciones…Esos pequeños destellos, atesorados en mi biografía de infancia y en la memoria familiar.

Entonces no sabía que a París volvería muchas veces, con el colegio primero, con Emilio, con Emilio y con amigos. Y que cada vez encontraría algo distinto. Siempre sobre un mismo fondo:  el de la mirada de los ojos adolescentes que descubrían esa ciudad, y con ella,  el mundo que estaba ahí afuera, desde el filtro de la luz de un París nublado. Una mirada superpuesta sobre la de aquella niña ilusionada y feliz en el viaje familiar.

Mis viajes  a París tienen desde entonces un mismo fondo: el gris del color del cielo, el de los tejados, y el de ambos reflejados en el Sena. Del París que conozco me gusta casi todo, pero sobre todo, ese gris París.

Nieves Garcia Gómez

Artículo escrito por Nieves Garcia Gómez, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.