Filosofia Para La Vida

Pluralistas, el consentimiento y el consenso

Diógenes Laercio recoge las siguientes noticias: 

Anaxágoras, hijo de Hegesibulo, o bien de Eubulo, fue natural de Clazomene y discípulo de Anaxímenes. Fue el primero que a la materia (hile) añadió la mente (nous) al principio de sus obras, donde, suave y magníficamente, dice: Todas las cosas estaban juntas; luego sobrevino la mente y las ordenó, y por esta razón se llama mente. Timón dice de él lo mismo en sus Sátiras (…) Fue Anaxágoras ilustre, no sólo por su nacimiento y riquezas, sino también por su magnanimidad, pues cedió a los suyos todo su patrimonio. Y como lo notasen de negligente, respondió: Y vosotros. ¿por qué no sois más diligentes? Ausentóse, finalmente, a fin de entregarse a la contemplación de la Naturaleza, despreciando todo cuidado público, de manera que diciéndole uno: ¿Ningún cuidado os queda de la patria?, respondió, señalando al cielo: Yo venero en extremo la patria. 

En orden a su condenación hay varias opiniones, pues Soción, en las Sucesiones de los filósofos, dice que Gleón le acusó de impiedad, por haber dicho que el sol es una masa de hierro encendido, pero que lo defendió Pendes, su discípulo, y sólo fue condenado a pagar cinco talentos y salir desterrado. Sátiro escribe en sus Vidas que lo acusó Tucídides, por ser éste contrario a las resoluciones de Pendes en la administración de la República. Que no sólo lo acusó de impiedad, sino también de traición, y que ausente, fue condenado a muerte. Habiéndole dado la noticia de su condenación y de la muerte de sus hijos, respondió a lo primero que hacía mucho tiempo que la Naturaleza había condenado a muerte tanto a sus acusadores como a él. Y a lo segundo, que sabía que los había engendrado mortales. 

Anaxágoras afirma: 

Fragmento 4: Puesto que es así, tenemos que pensar que, en todos los compuestos, hay partes numerosas y de todas clases, semillas de todas las cosas, presentando formas, colores y sabores de todo tipo. Los hombres se han formado de la reunión de esas partes, así como todos los seres vivos que tienen alma. Esos hombres tienen ciudades en las que viven y campos cultivados como nosotros; tienen el Sol, la Luna y todo el resto como nosotros; la tierra les proporciona recursos numerosos y de todo tipo; y llevan a sus casas, para utilizarlo, lo que resulta más ventajoso para vivir. Mi opinión sobre esta separación es que se produjo no solamente entre nosotros, sino también por todas partes. Antes de esta separación, cuando todas las cosas estaban todavía unidas, ningún color, fue el que fuera, se mostraba. Lo que le impedía percibirlo, era la mezcla de todo, del húmedo con lo seco, de lo caliente y lo frío, de lo luminoso y lo sombrío. Además una gran cantidad de tierra estaba allí contenidas, y semillas en cantidad infinita y sin semejanza las unas con las otras. En estas condiciones hay que admitir que en el todo todas las cosas coexistían. 

Fragmento 6: Y puesto que hay, en la pluralidad, igualdad en la división de lo grande y lo pequeño, puede haber también de todo en todo. Pero no es posible que algo sea aislado y todas las cosas tienen su parte de todo. Tercer momento en que no puede haber un último grado de pequeñez, las cosas no pueden estar separadas ni venir a la existencia. Es necesario que sean ahora como eran al principio, cuando estaban todas juntas. En todas las cosas hay, pues, pluralidad y, a la vez en la más grande y la más pequeña, igualdad en la pluralidad de cosas separadas. 

Fragmento 12: Las otras cosas tienen una parte de todo; pero el Nous es infinito, autónomo y no se mezcla con nada; sólo él es sí mismo y por sí mismo, pues, si no fuera por sí mismo y si estuviera mezclado con cualquier otra cosa, participaría de todas las cosas en la medida en que estuviera mezclado con una de ellas. Pues, en todo, hay una parte de todo, como hemos dicho anteriormente. Y lo que estuviera mezclado al Nous le impediría tener poder sobre cada cosa, como lo tiene ahora estando sólo por sí mismo. De todas las cosas es la más ligera y la más pura; posee todo tipo de conocimiento y la fuerza más grande… 

Acerca de Empédocles de Akragas (Agrigento), Laercio recoge: 

Empédocles, como dice Hipoboto, hijo de Metón, que lo era de otro Empédocles, fue agrigentino. El mismo Hipoboto y Timeo, en el libro XV de sus Historias, dicen que Empédocles, abuelo del poeta, fue un varón insigne, y lo mismo atestigua Hermipo. No menos Heráclides, en el libro De las enfermedades, dice que su abuelo fue de una casa ilustre, y que criaba caballos. Igualmente Eratóstenes, en sus Olimpiónicos, dice por testimonio de Aristóteles que el padre de Metón venció en la Olimpíada LXXI. Apolodoro, gramático, dice en sus Crónicas que era hijo de Metón; y Glauco asegura que se pasó a los turios, colonia entonces recién fundada. Y más abajo dice que los que afirman que fugitivo de su casa se fue a Siracusa y militó con los siracusanos contra los atenienses, parece proceden con suma ignorancia, pues o ya no vivían entonces o era viejísimo. Lo cual no es verosímil, pues Aristóteles dice que él y Heráclito murieron de sesenta años, y el que venció a caballo en la Olimpiada LXXI tenía el mismo nombre. Así concuerda el tiempo Apolodoro. 

Sobre su muerte se cuentan varias anécdotas, siendo una de las más Aristóteles en su Sofista dice que Empédocles fue inventor de la retórica, y Zenón, de la dialéctica. Y en el libro De poética llama homérico a Empédocles, grave y vehemente en la frase y en las metáforas, y que usó de todas las figuras poéticas. Y que además de otros poemas escribió el Tránsito de Jerjes y un Proemio a Apolo, y que después lo quemó todo una hermana suya o hija, como dice Jerónimo; el Proemio contra su voluntad; pero lo tocante a Persia lo quemó a sabiendas, por ser obra imperfecta. Dice asimismo que también escribió tragedias y asuntos de política. Pero Heráclides, hijo de Serapión, asegura que las tragedias son de otro Empédocles. Jerónimo dice haber visto cuarenta y tres suyas, y Neantes, que las escribió siendo joven y las halló después. 

Sátiro escribe en las Vidas que también fue médico y orador excelente, y que fue discípulo suyo Gorgias Leontino, varón eminente en la retórica, el cual nos dejó un Arte de ella, y que, según escribe Apolodoro en sus Crónicas, vivió ciento nueve años. El mismo Sátiro refiere que Gorgias dijo había estado presente cuando Empédocles ejercitaba sus encantamientos. Y aun lo anuncia así él mismo en sus poesías. 

Sus dogmas son éstos: «Los elementos son cuatro: fuego, agua, tierra y aire ; la Concordia con que se unen, y Discordia con que se separan», pues habla así: 

Albo Jove, alma Juno, Pluto y Nestis, 

que en llanto anega sus humanos ojos. 

Entiende por Jove el fuego, por Juno la tierra, por Plutón el aire, y por Nestis el agua; y dice que estos elementos alternan con perpetua vicisitud, se aquietan nunca, y este orden es eterno. Infiere, finalmente, que 

La Concordia unas veces 

los amista y en uno los compone: 

otras, por el contrario, la Discordia 

a todos los separa y enemista. 

Dice que el sol es una gran masa de fuego y mayor que la luna. Que ésta es semejante a un disco; el cielo al cristal, y que el alma se viste de toda especie de animales y plantas; pues dice: 

Muchacho fui, y muchacha, en otro tiempo; 

fui planta. Ave también, fui pez marino.

De Demócrito de Abdera, Diógenes Laercio informa que fue: 

(…) hijo, según unos, de Hegesístrato; según otros, de Atenócrito, y según otros, de Damasipo, fue abderita, o como dicen algunos, milesio. Estudió con algunos magos y caldeos que el rey Jerjes dejó por maestros a su padre cuando se hospedó en su casa, de los cuales aprendió la teología y la astrología siendo todavía muchacho, según lo escribe Herodoto. Unióse después a Leucipo, y, según dicen algunos, a Anaxágoras, siendo cuarenta años más joven que él. Refiere Favorino en su Historia varia que Demócrito dijo de Anaxágoras que no eran de éste las cosas que había escrito acerca del sol y de la luna, sino opiniones antiguas, y que las había hurtado. También que censuró y degradó el mérito de lo que escribió sobre la formación del mundo y de la mente, haciéndosele enemigo por no haberlo querido recibir. ¿Cómo, pues, dicen algunos, será discípulo suyo? Demetrio, en sus Colombroños, y Antístenes, en las Sucesiones, dicen que se fue a los sacerdotes de Egipto a fin de aprender la geometría, a los caldeos de Persia y al mar Rojo. Aun hay quien dice que también estuvo en la India con los gimnosofistas y que no menos pasó a Etiopía. 

Parece, dice Demetrio, que también pasó a Atenas, y que por desestimar su propia gloria no se cuidó de ser conocido; y aunque él conoció a Sócrates, Sócrates no lo conoció a él. «Fui - dice - a Atenas, y nadie me conoció.» «Si el diálogo Antierastes - dice Trasilo - es de Platón, acaso sería Demócrito el anónimo que allí estaba además de Enópidas y Anaxágoras, discurriendo de la filosofía, del cual dice Platón: Este filósofo se parece al vencedor de cinco certámenes». En efecto, Demócrito realmente era en la Filosofía perito en cinco certámenes, pues era experimentado y hábil en la natural, moral, matemática, encíclica y en todas artes. Suyo es aquel dicho de «las palabras son la sombra de las cosas»

Demócrito establece que: 

Fragmento 3: Quien se propone la tranquilidad de espíritu tiene que ocuparse de muy pocos asuntos, tanto a título particular como en cuanto ciudadano; no debe emprender nada que supere sus fuerzas y su naturaleza; debe mantenerse alerta a fin de ignorar la fortuna, incluso cuando le es hostil y parece arrastrarle irresistiblemente; en fin, no debe ligarse más que a aquello que no supere sus fuerzas; la carga que soportan nuestras espaldas es mejor que sea poco pesada a que sea fácil de llevar. 

Fragmento 31: La medicina cuida los males del cuerpo, la sabiduría suprime los males del alma. 

Fragmento 33: La naturaleza y la educación son próximas una a la otra. Pues la educación transforma al hombre pero, mediante dicha transformación, le crea una segunda naturaleza. 

Fragmento 173: Para el hombre los males nacen de los bienes, cuando no se sabe administrarlos ni utilizarlos convenientemente. Sin embargo, no es justo clasificarlos como males, ya que son efectivamente bienes; y se puede, si se quiere, utilizar el bien para defenderse del mal. 

Fragmento 297: Algunos, por causa de la ignorancia en que son respecto a la descomposición reservada a nuestra naturaleza, y como consecuencia también de la conciencia que tienen de sus malas acciones, pasan su vida en la duda y la angustia, imaginando engañosas fábulas sobre lo que ocurre después de la muerte. 

Fragmento 285: Simplicio nos transmite este fragmento (De Caelo 242,21): (…) estos átomos se mueven en el vacío infinito, separados unos de otros y diferentes entre sí en figuras, tamaños, posición y orden; al sorprenderse unos a otros colisionan y algunos son expulsados mediante sacudidas al azar en cualquier dirección, mientras que otros, entrelazándose mutuamente en consonancia con la congruencia de sus figuras, tamaños, posiciones y ordenamientos, se mantienen unidos y así originan el nacimiento de los cuerpos compuestos.

¿En qué sentido Anaxágoras, Empédocles y Demócrito son pluralistas? 

¿Cómo estos pensadores sintetizan una tradición de pensamiento y cómo serán ellos mismos renovados por las siguientes generaciones? 

¿Qué tienen estos pluralistas que evidenciar sobre el consentimiento y el consenso en que ego deus se refugia para su autocomplacencia? 

En primer término, sobre el pluralismo 

El pluralismo significa mucho más que relativismo. Anaxágoras, Empédocles y Demócrito comparten ideas, métodos de comprobación y argumentación, y objetivos de investigación. El pluralismo apunta más allá de la diversidad personal. Estos tres pensadores muestran un temple de ánimo filosófico común; el tipo de actividad forja en ellos ciertos rasgos humanos atípicos. El pluralismo implica responder a ciertas preguntas de determinada manera. A los interrogantes ¿de qué está hecho el universo que vivenciamos? ¿de dónde procede? o ¿cómo funciona?”, nuestros pluralistas responden que la maravilla del cosmos que percibimos es el efecto de una pluralidad de sustancias materiales dinámicas. Estas sustancias contienen dentro de sí mismas las fuerzas para auto-desplegarse, combinarse y formar los seres, los entornos y los sistemas complejos en los que la vida emerge. Este pluralismo metafísico considera la materia como un organismo vivo con capacidad intrínseca para recurrir a sí mismo para generar más materia de forma ordenada que, a su vez, es capaz de engendrar modos complejos de seres gobernados por las relaciones en las que se inscriben y que forman parte de su ser. Generación y destrucción, transformación y equilibrio, salud y enfermedad, acierto y error, o nacimiento y muerte, no son tanto atributos de lo vivo sino procesos en las propias sustancias materiales de las que la vida surge. 

No sorprende que la vida de observación y reflexión, surgida de las mismas sustancias materiales que los tres filósofos pretenden comprender, genere una pluralidad de explicaciones. Señal de la lúcida penetración del intelecto en la naturaleza de la realidad que en ellos se manifiesta de forma diversa. Las Homeomerías o Semillas y el Nous de Anaxágoras, las cuatro Raíces o Elementos y la fuerza de la Concordia-Discordia, así como los Átomos en movimiento perpetuo y el infinito Vacío separador representan respuestas a los interrogantes sobre el origen desde perspectivas vitales que necesariamente han de ser plurales. 

Sin embargo, en tanto que estos pluralistas comparten el mismo entorno cultural, intentan atender a la exigencia que sus predecesores afirmaron y que ellos consideran verdaderas y dignas de ser preservadas. La exigencia de Jenófanes por coherencia en el pensar, la eternidad del ser de Parménides o el rigor lógico de Zenón son ingredientes comunes a la elaboración de Anaxágoras, Empédocles y Demócrito. Cada pluralista construyó un sistema de pensamiento que pretende ser coherente y no antropomórfico; pretenden una verdad sobre la realidad en la que no se filtren los anhelos humanos, como Jenófanes demandaba. En cada uno de estos modelos explicativos se preserva un ser eterno Parmenidiano que es plural y cuya actividad produce el devenir del tiempo, los seres

que en él aparecen y desaparecen, así como el orden en el que estos seres, incluidos los humanos, coexisten y se relacionan en mutua dependencia. 

Seguidamente, su impacto en la historia del pensamiento 

De los tres, aparentemente, Anaxágoras ha influido menos. Su concepto de Nous, Mente, o Inteligencia sufrirá una transformación que le permitirá transmitirse en sucesivos sistemas de pensamiento. Para Anaxágoras, el nous es material pues ocupa un espacio separado de las semillas a las que gobierna. Es controvertido que una fuerza actúe materialmente sobre las semillas para ordenarlas, agruparlas o separarlas, desde un lugar totalmente separada de ellas. Parece necesaria que esta inteligencia suprema en saber y poder participe en la formación del universo, el problema es cómo conceptualizarla. Ya en Platón, la mente ordenadora será pensada en términos de sustancia inmaterial que desde un mundo inteligible separado del mundo de la materia o sensible causará el orden que percibimos. Es decir, el pluralismo de Anaxágoras será clave para entender el Demiurgo platónico que marcará el pensamiento occidental. 

Aristóteles y la síntesis cristiana de sus obras convertirán las cuatro Raíces de Empédocles en el paradigma explicativo del mundo físico durante más de mil años. Estamos ante un sorprendente y dramático giro de la historia del pensamiento. Primero, Empédocles ofrece una explicación materialista de la realidad al tiempo que parece sostener una idea de alma capaz de transmigrar a través de los ciclos vitales de los organismos vivos, como si de una sustancia inmaterial, eterna e inmutable se tratara. ¿Cómo un pensador que seguía doctrinas pitagóricas y órficas de tipo dualista pudo producir una explicación pluralista y tenerla por compatible con el dualismo? Segundo, Aristóteles, un pensador materialista, parte de la explicación de Empédocles para elaborar su física, seleccionando y desechando aquellos elementos de su doctrina que mejor encajen. Finalmente, los árabes en primer término y Tomás de Aquino después elaboran todo un sistema de pensamiento dualista que contiene dentro de sí las semillas de un pluralismo materialista, potencialmente conflictivo con los dogmas religiosos que pretenden sostener. 

Demócrito, y su mítico maestro Leucipo, fueron el objeto de duras críticas tanto por dualistas como pluralistas. Su sistema parece desafiar las asunciones culturales de cristianos y paganos hasta el Renacimiento. Eliminar la finalidad del cosmos, introducir la nada o el no-ser como elemento necesario en la forma del vacío, asumir el azar como factor del movimiento y construcción de los seres son razones suficientes para entender el rechazo que el atomismo antiguo suscitó. Cuando el pensamiento occidental incorporó las matemáticas en el estudio de lo físico desde la perspectiva de un nuevo materialismo, esta vez mecanicista, resulta más que conveniente el enfoque atomista que con su simplificación encaja con la matematización de la realidad para producir modelos explicativos válidos. La física newtoniana celebra el planteamiento atomista, sin embargo, la física cuántica y la relatividad general parecen necesitar un tipo de materialismo vitalista, que no mecanicista, que integre alguna reelaboración de la finalidad intrínseca, la Inter-conectividad de los seres, así como la necesidad de la norma que emerge de dichas relaciones. 

Las carambolas que sufren conceptos, ideas y teorías a lo largo del tiempo parecen aunar tanto continuidades y discontinuidades, preservaciones de la integridad de ciertos rasgos en los sistemas de pensamientos junto con mezclas inesperadas, avances con momentos de retroceso que a la larga se muestran afortunadas para el progreso abrupto del saber. En realidad, la historia de la filosofía y de la ciencia pueden verse como la genealogía de un ser vivo que se reproduce, que generación tras generación transmite rasgos estables

y mutaciones en cada momento histórico, formando un complejo tapiz en el tiempo; los hilos del pluralismo alcanzan nuestro futuro. 

Finalmente, sobre cómo el pluralismo antiguo ayuda a liberar al ego deus contemporáneo 

El ego deus contemporáneo (véase entradas anteriores) parece atrapado en el consentir y el consensuar; el consentimiento robotiza, el consenso conforma facciones, y si ambos actos se combinan la libertad se extingue, la igualdad deviene irrelevante y la solidaridad se hace sectaria. Homo deus piensa que su palabra es ley, que su acto de elección es totalmente consciente, que su libertad se define principalmente por una serie de consentimientos otorgados a los avatares de la vida. El egodeísmo proporciona el discurso, las justificaciones y las reglas de validación de los consentimientos que el ego deus debe seguir desde su alejada atalaya. Nuestros pluralistas nos enseñan, por el contrario, que la vivencia del consentimiento es la punta de un iceberg cuya parte sumergida es insondable, pues desciende a las profundidades de la materia viva en movimiento. Aprendizajes, relaciones, deseos, entornos cambiantes, afectaciones azarosas… todo ello metabolizado y transformado en el interior del organismo, de forma no pensada, no percibida, o inconsciente. Por otra parte, consensuar remite a las incontables relaciones que constituyen el tejido social basado en un sentido compartido; alinea, organiza a los individuos en relación a identidades políticas, religiosas, étnicas, de género, edad… El consenso es una membrana invisible que separa al ego deus, que ignora esta complejidad, en burbujas de exclusión e inclusión, al enfrentar las unas a las otras. Ego deus incautamente llevado por adhesiones identitarias se piensa libre al consentir entre varias opciones opuestas, cuando el consenso es pre-existente, en realidad. En cualquier caso, ego deus ya no es libre de revertir(se); pues pese a no ser un río, ya no puede volverse atrás, no puede desear, pensar, sentir, razonar de manera diferente, y como una célula sin conciencia queda organizada en el tejido que ordena el consenso; su limitada conciencia es funcional, y poco más. Una analogía sencilla pero eficaz. Cabe imaginar que el consentimiento y el consenso son el mundo de la experiencia de los colores y cuerpos que percibimos. La pluralidad de factores que dan lugar tanto a la vida interior de ego deus como al tejido social en el que la vida humana se integra son el equivalente a homeomerías y nous, raíces y concordia-discordia o átomos y vacío. El pluralismo actual, en contraste con el pluralismo de los antiguos, no ayuda en absoluto a los seres humanos a emanciparse, sino más bien, en la superficie de la vivencia, presenta el consentimiento y el consenso como sagrados bienes para una vida plural y tolerante, dicen. Inadvertidamente, consentir y consensuar deviene instrumento de gobierno impersonal de seres humanos y cosas por igual. 

Cuidarse del cielo estrellado sobre nuestras cabezas como si de una patria se tratase, transmigrar de criatura en criatura o desestimar la propia gloria para acceder a un aprendizaje extraordinario son ejercicios adecuados para liberar al pobre engreído ego deus de sus insignificantes consentimientos y asfixiantes consensos. Esto implica desidentificarse de los consensos dados, ponerse en la piel de otras vidas, acallar nuestro ego para escuchar con coraje la verdad de cómo homeomerías, raíces o átomos se combinan y forman la realidad mediante fuerzas intrínsecas que hacen la vida. En definitiva, poner a nuestro ego en disposición de disfrutar del dinamismo de la materia viva, de abrirse a una existencia plena. No es que la autonomía del ego sea irrelevante, sino que deviene esencial cuando su intervención en el mundo aumenta la comprensión de la vida, y en consecuencia las posibilidades de la vida misma en su conjunto.

Al afirmar que las palabras son la sombra de las cosas, Demócrito puede querer decir que las explicaciones humanas sobre la realidad son una versión empobrecida de la vida, del mismo modo que el consentimiento es una reducción a conceptos abstractos de la confluencia de procesos internos de las personas con procesos de generación de consensos en los que las personas participan. Esto explicaría la insuficiencia del liberalismo que reduce el ser humano a seres trascendentes que vueltos sobre sí mismos piensan su existencia obstinada y neciamente cercenada de lo viviente. No es que el ego y su conciencia sean innecesarios para la vida humana, sino que son fundamentales cuando el ego se mira a sí mismo como parte de un ser vivo que solo puede gobernar conscientemente el mundo desde dentro de la realidad vital en la que el mismo viene a la existencia. 

Podría interpretarse también que Demócrito pensaba que las palabras son expresión de vida, derivan de ella como las sombras son proyecciones de los objetos a partir de los cuales se generan. En ese caso, el consentimiento y el consenso deberían entenderse de forma dinámica, y su utilización jurídica, administrativa o económica debería reflejar dicha naturaleza cambiante e incompleta, en tanto que procesos vitales, y no tratar de comprometerla, momificarla o someterla. Consentir en consensuar el poder estar en desacuerdo sobre el sentido de las cosas, es señal de que todavía no hemos olvidado del todo un tipo de pensamiento que brota de la materia viva de la que estamos hechos. Una sociedad abierta deja espacio a la crítica creativa que se basa en este pensamiento vivo, que no reduce la existencia, que apunta a una pluralidad profunda, o que considera el consentimiento y el consenso como procesos abiertos a la realización emancipadora; la alternativa, tendencia a la barbarie o la destrucción, negación del pluralismo vital. 

No es que el ego deus sea responsable de esta tendencia, sino que su progresivo predominio en la sociedad es un síntoma de esta tendencia totalitaria. Otro humano y otro ego es posible; los filósofos pluralistas resuenan con fuerza desde hace 2.500 años abriendo sendas que se pierden en el bosque, pluralidad en la que ego deus pueda reencontrarse renovadamente con la vida y dejar de ser deus.

José Emilio Batista Barrios

Artículo escrito por José Emilio Batista Barrios, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.