Los últimos rifirrafes parlamentarios con ocasión de la tesis doctoral del Presidente del Gobierno y su libro posterior me han producido una penosa impresión, trufada de deliberados propósitos de mentir, engañar, ocultar a través de acciones políticas y solemnes que pretendían desvelar, transparentar la vida pública de representantes de la sociedad.
Todo empezó en aquella sesión de control al Gobierno en la que el doctorando (¿) Rivera soslayó la pregunta escrita y se inventó una para abrir un gran show de largo alcance y duración. Pretendía ejemplarizar (retóricamente hablando), pero desejemplarizó (realmente hablando). Consiguió que el rifirrafe público se centrase por unos días en la tesis doctoral de Sánchez
para hacer más transparente la vida pública,
pero la verdadera finalidad era retorcer el cuello del cisne,
y acabar con quienes asaltaron el poder de manera ilegítima a través de una moción de censura (lo siguen pensando),
y, de paso, levantar cabeza desde la penúrica situación de Ciudadanos,
descolocado y fuera de foco.
No importan los hechos si se consigue el relato;
no importa la verdad si se piensa que las dudas dan pie para la algarada;
no se comprueba lo que se cuenta, ni la importancia de lo que se cuenta;
no se parte de información contrastada sino de noticias deseadas que se fabrican en los subterráneos de la ideología;
ni siquiera hace falta leer la tesis para incorporarse al coro de quienes la reprochan y denuncian;
no importa aparcar por un tiempo “los problemas de la gente” (eso tan manipuladoramente proclamado), con cortinas de palabras, esas palabras que no las lleva el viento, sino que tratan de calar, de que se cuelen, en la mente de las personas.
Y se hace…
desde la solemnidad del Parlamento,
convertido ¡ay! en altavoz de intereses particulares,
usando con abuso de la que es por definición la casa de todos,
la casa de la palabra veraz,
de los buenos modales,
del comportamiento ejemplar.
Y se hace del Parlamento ejemplo de cacería, de forcejeo por la pieza a abatir, de no soltar la pieza cuando has llegado a morderla y has tocado sangre: de fuerza bruta junglar. Se denuncia la mentira aunque no importe la mentira, pues, si cada vez que se miente en el hemiciclo se parase el trabajo parlamentario para hablar sobre la mentira y el mentir, el Congreso sería como un barco varado (la falta de libertad bajo la apariencia de libertad, Slavoj Zizek).
Tenemos un déficit democrático de base. No hemos aprendido a ser liberales sin ideología liberal (Isaiah Berlin)
Los recientes debates sobre tesis y másteres no han mejorado la transparencia pública, ni han mejorado los usos parlamentarios, sino que han deteriorado el sistema democrático por el comportamiento de los propios representantes elegidos. La existencia de una Constitución y la existencia de periódicas consultas electorales no son suficiente para que prenda la democracia de manera apasionada y se muestre con naturalidad en actitudes y comportamientos de políticos y de ciudadanos.
Cada partido debería ser una escuela permanente de formación de sus miembros. Cada partido debería propiciar que la enseñanza pública y privada fuese una permanente escuela de formación ciudadana. No escuela de capacitación, solo, sino de formación primero:
- Para saber pasar de la información al conocimiento
- Para pensar por uno mismo
- Para no hablar, ni votar, al dictado, porque tenemos ideas propias.
- Para poder elegir frente a situaciones complejas e inciertas.
- Para no aplaudir cuando reclaman el aplauso
- Para no escribir al dictado de unos pocos (Ay, el periodismo y los periodistas).
La mejor consolidación de un “Estado social y democrático de Derecho” es “una sociedad democrática”: sí, es verdad que la transición democrática sigue inconclusa.
Ser demócrata es no poder ser otra cosa.
Dicho esto, que lo digo, termino esta entrada con tristeza, la que se deriva de una tesis doctoral, a la que siguió un año después un libro de Pedro Sánchez y del profesor Carlos Ocaña, que contiene párrafos enteros escritos por el diplomático Manuel Cacho, y, sobre todo, ¡!ay!!, esa cita sin comillas que incluye la transcripción de una errata. La transcripción de un “ente” en vez de “entre” me dio la seguridad de que algo se había fusilado, de que, como dijo Pablo Iglesias, “algo de cutre había”. Aunque, a mi parecer, poco importa el pecado, lo que importa es el pecador (el cuello del cisne).
Sobreponerse, resistir y seguir defendiendo lo que nos parece mejor: no hay otra. Por eso deseo que Pedro Sánchez siga hasta 2020, haciendo las cosas posibles, importantes, que ya ha hecho, y que puede seguir haciendo con la mayoría que apoyó la moción de censura, y sea capaz de abstenerse de ocurrencias, atajos, trucos como la eliminación de aforados en sesenta días…, no, ni son cortinas de humo ni son viables de manera express: son autogoles.