Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Acacia

10 de noviembre, viernes

Eso ya me lo contaste.-

Se trata de una expresión corriente que personas adultas utilizan con personas muy mayores, o que ya son viejas.

Me gustaría pensar que “eso ya me lo contaste” lo decimos sin darnos cuenta.

Que lo decimos desde situaciones de agobio existencial que nos privan de la tranquilidad necesaria para tener paciencia y tratar de comprender y ser capaces de empatizar con las personas que cuentan historias y recuerdos ya contados.

Si pensáramos que esa persona mayor, o muy mayor, seguramente con patologías encima, tuvo un tiempo, o varios tiempos, en los que era ella quien “contaba” pacientemente, noche tras noche, el mismo cuento preferido hasta que el hijo o la hija, el nieto o la nieta, caían felizmente dormidos…

Si supiéramos que nos puede llegar una edad tan alta en la que escasamente percibamos la realidad del aquí y del ahora, y, en cambio, nos llegan recuerdos, repetitivos, que necesitamos comunicar una y otra vez para sentir que compartimos la vida con otros.

Si cayéramos en la conciencia que las personas nunca están amortizadas, aunque intenten contar una cosa que ya han contado otras veces.

En fin, si llegara un tiempo en el que las personas muy mayores llegasen a percibir estímulos para que perciban y hablen de las cosas que están pasando hoy, o de las que pasaron ayer…

Qué cruel resulta cuando

“eso ya me lo contaste”

se pronuncia de manera nerviosa, impaciente, irritada.

Y qué mal lo debe estar quien lo dice, pues no acierta a percibir la insensibilidad con la que nos estamos perdiendo la frágil e intensa sonrisa de gratitud de la persona, y el maduro placer de sentir compasión por otro.

11 de noviembre, sábado

Ser y tiempo.-

Es imposible “coger el día”.

Nunca está disponible. No se deja atrapar porque nunca está parado, pero tampoco tiene alas, ni pies. El tiempo no se pierde, ni nosotros lo podemos perder, somos nosotros los que nos perdemos.

Pero es tan confortable pensar, o imaginar, que es el tiempo quien “pasa”…

que Horacio lo convirtió en la bellísima e inmortal metáfora encargada de la incesante tarea de medir y alertar de nuestros movimientos,

de nuestro paso por la vida,

pero sin obligarnos (las metáforas nunca obligan) a hacer las cosas con impaciencia o con sosiego.

Bien puede ser que “ser y tiempo” sean la misma cosa; que cada cosa tenga su propio tiempo,

y la perversión, o la agudeza, o el simple devenir de los seres, consista en alterarlo.

En fin, recordemos una vez más a Horacio en el Libro Primeros de sus Odas, episodio 11, una belleza siempre en vigor:

dum loquimur fugerit invida aetas:

carpe diem, quam mínimum crédula postero

mientras hablamos, el tiempo celoso habrá ya escapado: coge el día y no jures que otro igual vendrá después.

(Las metáforas nunca obligan…, pero amplían el conocimiento y la inspiración).

12 de noviembre, domingo

El cielo estrellado.-

No veo estrellas en el cielo de Valencia: me parece que no las hay.

Para ver estrellas cierro los ojos,

me imagino en aquel viaje a través del desierto, uno más

en una caravana de dromedarios,

todos caminando en silencio a través del inmenso arenal;

sin hora, sin obligaciones, sin libros, sin ninguna de las cosas habituales que pueblan mi vida;

y sí, allí sí experimento que subsiste el cielo estrellado,

lo más parecido a un argumento sobre la existencia de Dios, y, seguramente, igual de fantástico, como el cielo que siempre vieron los caminantes por los mares de arenas y en medio de los charcos de dunas.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.