Cuando decimos “capitalismo”, “socialismo”, “liberalismo”, “utilitarismo”, “idealismo”, “pragmatismo”… no nos estamos refiriendo a cosas ajenas a lo humano,
ni siquiera a cosas periféricas a las personas.
Tampoco nos estamos refiriendo, solo, a ideologías como conjunto de ideas, representaciones, opiniones… que conforman un proyecto para la gobernación colectiva, que pueden ser fácilmente alternadas o sustituidas.
Más bien,
cuando nos referimos a estos paquetes organizados de ideas que son las ideologías nos estamos refiriendo a hechos sociales,
a hechos vivos que se han producido en el seno de una sociedad con el paso de mucho de tiempo,
y, por lo tanto, responden a procesos profundos de larga duración que transforman al propio ser humano que los crea y a los propios partidos políticos en los que los ciudadanos se organizan políticamente.
De manera que, en coherencia con las ideologías, es muy solvente poder hablar de tipologías humanas históricas como: “hombre político”, hombre económico”, “hombre pragmático”, “hombre idealista” etc., que, de alguna manera, definen la relación del sujeto consigo mismo y de los sujetos con la realidad y con la propia realidad humana. Podemos poner como ejemplo el carácter fundamental que atribuimos a la propiedad privada en la génesis y desarrollo del capitalismo.
Así las cosas, me pregunto hoy cuál es el ser humano que instrumentaliza el “neoliberalismo”.
Me pregunto si realmente existe un ser humano
al que podamos llamar “neoliberal”,
en el doble sentido de personas que han modificado sus formas de vida y su manera de pensar por la existencia de esta ideología (dimensión pasiva) y de personas que la propulsan, reproducen y extienden (dimensión activa).
Todo sistema ideológico y todo sistema de producción tiene sus propios sujetos, sus propios “sometidos”, idea tan presente en la literalidad del propio término de “sujeto”, el sub-iectum latino. De ahí el interés que tiene acercarse al tema para ver y considerar cómo el neoliberalismo domina y “produce” a sus sujetos, incluso sin que los propios sujetos se enteren, transformándolos en agentes dinámicos del propio sistema.
Se empieza hablando y comportándote como un neoliberal y…terminas siéndolo, incluso sin necesidad de sentirte oprimido o explotado por ello.
Cada vez más el sujeto neoliberal se aleja de la situación de “trabajador” (ése que dio lugar al Derecho del Trabajo en el siglo XX) y se aproxima a la de un emprendedor,
un empresario de sí mismo,
que se explota a sí mismo,
víctima y verdugo (a la vez);
preso y guardián (a la vez);
vigilado y vigilante (a la vez);
libre y sometido (a la vez).
Éste podría ser el “Homo Neoliberalis”, el que corresponde al modo de producción económico-neoliberal.
Un emprendedor auto obligado a mejorar permanentemente resultados, a mejorar niveles de eficiencia y de rendimiento, a la superación sin fin, no para hacerse rico, sino para sobrevivir, o para malvivir casi siempre. La economía ya no es la optimización de los recursos, sino la optimización del propio ser humano como recurso productivo.
Por eso hoy se hacen políticas neoliberales (de extrema neo-liberalidad, diría yo, de extrema maximización de beneficios) en lugares tan dispares como Suecia, Suiza, España, Chile, Turquía, Nueva Zelanda, China, Brasil…
El liberalismo niega la intervención del Estado en la libertad de los mercados, del trabajo, del movimiento de capitales; el neoliberalismo, en cambio:
exige la intervención del Estado a favor del capitalismo salvaje e inmoral,
propicia el triunfalismo del mercado,
fomenta la generalización del razonamiento y de la lógica mercantil, aunque tome formas diferentes y produzca contenidos y detalles normativos diversos, lo que le ha posibilitado hacerse global y ubícuo.
El neoliberalismo es profundamente inmoral:
los mercados no reprueban nada,
no discriminan entre preferencias admirables y preferencias detestables,
no reparan en lo democrático y en lo antidemocrático,
no aprenden de la crisis financiera de 2008 y de la crisis económica que le siguió, siempre azacanados en el único negocio de hacer negocios.
El neoliberalismo concibe el Estado como una institución de gobernanza y de administración, de aquí viene que la misma palabra “gobernanza” se haya generalizado tanto y esté en boca de personas afiliadas a distintos partidos políticos.
Termino con un texto de Manuel Vilas en su obra última “Alegría”, página 254:
“Mi vida es la que me da el capitalismo a cada instante. Todo cuanto respiro es capitalismo. Me miran los amigos, los conocidos, los colegas, todos los seres humanos con quienes me cruzo, desde el capitalismo”.