Primera Etapa

El poder de la tecnocracia

Podemos preguntarnos por qué en política debe seguirse la opinión de la gente y no la opinión de los expertos. Desde luego, nos hacemos la pregunta en el contexto de un espacio democrático, en cuya base está el principio de soberanía popular. 

Ya Platón se preguntaba por qué dejamos la salud individual en manos del médico y, en cambio, permitimos dejar la salud social en manos de los políticos que no tienen criterio para tomar la decisión correcta (esta idea la desarrolla Platón profusamente en el diálogo “Gorgias”).

Se lo preguntaba Platón (el Gorgias se escribió entre los años 388 y 385 a.C.),

y nos lo preguntamos hoy ( 2.400 años después) con gran pertinencia.

¿La gente o los tecnócratas?

¿Los ciudadanos que votamos a representantes políticos o los expertos en economía?

¿Los Parlamentos o los Bancos centrales nacionales-Banco Central Europeo-  Multinacionales-Fondo Monetario Internacional, todos ellos con sus recomendaciones/coacciones  en materia de políticas monetarias?

¿El Estado o la Economía, en fin?

¿En quién debemos confiar más, en los políticos o en quienes sin ser elegidos asesoran en la toma de decisiones políticas?

¿Es irremediable que desconfiemos a la vez de los políticos y de los expertos, y, por lo tanto, estemos abocados a la frustración y a las agitaciones sociales?

¿Es que, acaso, los Gobiernos no saben o no pueden ser eficaces en el ejercicio del Poder ejecutivo? ¿Es que, acaso, los Gobiernos no quieren gobernar igual para todos, con justicia y equidad?

Cuando los políticos no cumplen lo que prometen en las campañas electorales, ¿es que no quieren o es que no pueden porque eso ya no se decide en el ámbito de los Estados soberanos?

¿Es posible ejercer de izquierdas en un Estado subordinado a la economía o, previamente, hay que recuperar la plena soberanía y omnipotencia del Estado?

¿Cuál es el papel de las socialdemocracias, hoy?

Ninguno de estos interrogantes puede responderse en términos dilemáticos, de sí o de no, podríamos decir que “los dilemas” son cornudos, pues te embisten por cualquiera de los lados a los que te acerques, es más fértil navegar entre ellos. (El último de los interrogantes sigue pendiente de respuesta solvente, hoy, más allá de ir tirando desde las inercias de un pasado que ya no existe).

Queremos apuntar algunas pinceladas del panorama político que nos permitan esta navegación:

  • La importancia de la economía en los últimos doscientos años, hasta el punto de generar una tensión entre democracia y economía, entre el principio de autogobierno  y el principio del progreso a través del desarrollo económico capitalista, con el resultado de una especie de delegación de poder del Estado en favor del poder de las nada neutrales leyes del mercado.
  • El pensamiento liberal, neoliberal, que nos invade ha trasladado a la sociedad, con mucho éxito, una desconfianza en la capacidad de los Gobiernos para el logro de buenos resultados económicos, y, por lo tanto, la “conveniente” despolitización de cuanto se refiere a los asuntos económicos y la deslocalización de la toma de decisiones a espacios no estatales o independientes del Estado, y, por lo tanto, la expulsión de las decisiones económicas fuera del espacio democrático de decisión, creando una crisis institucional desconocida con lo que ello supone de derribo de puentes, a la vez causa y efecto de la crisis política y social que padecemos.
  • La importancia que ha adquirido el economista, auténtico protagonista, tanto en tertulias televisivas, como en las asesorías de los políticos, así como la relevancia que los medios dan a los informes de las agencias privadas o la imperatividad que destilan las recomendaciones del Banco Central Europeo.
  • Cuando la política no puede, los partidos se hacen populistas. El populismo, en sus distintas versiones, es una reacción al poder de la tecnocracia frente al poder de la soberanía popular.

El poder de la tecnocracia o de los tecnócratas, cuya figura más emblemática fue el ingeniero, ahora es el economista y, cada vez más, también, los especialistas en modelos matemáticos y estadísticos capaces de coordinar y manejar inmensas montañas de datos al servicio de las distintas disciplinas, incluidas la política.

En la medida en que los programas electorales y la suerte de los gobiernos se funda en el crecimiento económico (que una minoría se apropia) las leyes del mercado se convierten en hegemónicas, y los resultados económicos en criterio relevante para la evaluación de las políticas públicas. Bajo esa hegemonía se desenvuelve la desquiciada política que vivimos.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.