La impresión que tuve cuando seguía la sesión de apertura de la XIV Legislatura es que los señores Diputados se estaban divirtiendo.
Se divertía la muy joven Secretaria de edad que leía por alfabético la lista de los 350 diputados para votar los distintos puestos de la Mesa del Congreso, muy pendiente de su letrero policromado de “independencia” grabado en su camisola.
Se divertían los Diputados eligiendo y disputando asiento en el hemiciclo aunque su validez fuese para un solo día.
Se divertían algunos Diputados jurando y prometiendo por imperativo legal y por cosas de lo más variopintas.
Se divertían hablando entre ellos, guasapeando a través de su móvil, o hablando con personas lejanas, vete a saber.
Notaba que se divertían,
sobre todo, porque lo llevaban escrito en la cara, en sus risas, en la picardía de sus ojos, en sus idas y venidas casi infantiles, en sus salutaciones jocosas. Pero…!!!estaban trabajando en un tiempo ya retribuido!!!,
pero no, lo que comunicaban era diversión, no trabajo con diversión,
juerga incluso,
es decir, vagancia: los vi “vagando” en el hemiciclo además de vagar por el hemiciclo.
Y llegué a pensar que la vagancia es peor que la corrupción, como si me dijera íntimamente: los prefiero corruptos a vagos.
Pensé en los que trabajan en precario que no pueden “vagar”; tampoco los falsos autónomos que reparten en bicicleta comida a domicilio,
pero los que trabajan el lujo sí lo pueden hacer;
sí lo pueden hacer quienes trabajan en el palacio de la calle de San Jerónimo, al menos los excelentísimos señores Diputados.
Y lo hacen.
Lo hacen sabiendo que están siendo vistos por millones de españoles, por aquellos que los eligieron ¡para trabajar…!
Es igual,
no les importa,
saben que los electores no tienen más opción que elegir a los que previamente han elegido los partidos políticos, que son la institución peor valorada por la sociedad.
Saben que la mayoría de los electores, por responsabilidad, volverán a votar, les volverían a votar: porque necesitan de la política, la necesitan perentoriamente, sobre todo la necesitan los que menos se benefician de la actividad económica.
Los políticos españoles son, pues, además de vagos, hipócritas y cínicos.
Cuando los vi trabajar a ratos, pasándose alocadamente sobrecitos por encima de las bancadas a la hora de precisar a quién votar para la constitución de la mesa del Congreso… vi que lo hacían para ellos, para los suyos, para que triunfara una táctica, una ocurrencia. No percibí que trabajasen para articular la voluntad general expresada en las urnas el día diez de noviembre, que es para lo que fueron elegidos.
Vagos, hipócritas… y sin instinto político: solo egoísmo partidario.
Hasta en el rato que trabajaban no trabajaban para España, como si pensaran,
para qué,
España no nos necesita;
para que España vaya bien basta el turismo, la Unión Europea, la paella. Ya lo decía siempre Aznar: ¡!España va bien!!, no era necesario que alguien lo alternara.
Me sentí muy lejos de los políticos.
Me salvó de mi anonadamiento…Augusto Zamarrón: el Presidente de Edad de la Mesa. Presidente circunstancial, por horas, a un solo efecto. Quiso ejercer de “gerontócrata” durante un minuto para hacer autocrítica institucional de por qué estábamos allí, después de una Legislatura, la XIII, que solo duró seis meses y no fue capaz de investir a un Presidente de Gobierno con la consecuencia de haberlo tenido en funciones…
Se levantó de su sillón con solemnidad, como anunciando algo extraordinario que no se podía hacer sentado; se abrochó la chaqueta y empujó hacia dentro un trozo de corbata díscola que se le quedaba fuera y, con majestad, dijo que pedía perdón al pueblo español, titular único de la soberanía, porque en la anterior legislatura los Diputados no supimos cumplir con el mandato del pueblo de investir a un Presidente de Gobierno.
Hizo un gesto como para sentarse, hasta el punto que engañó al ujier que se adelantó un paso para retirarle la silla, pero no, el gesto era para inclinarse, doblar el cuerpo y ensimismarse unos segundos en silencio de respeto y gratitud al pueblo español. Creo que muchos españoles agradecimos y admiramos este gesto del Presidente del Congreso por un solo día.