Primera Etapa

Elogio de políticos

Me llama la atención lo poco que elogiamos al político, a los políticos, ya no digo admirar, alabar las cualidades, méritos o logros de alguien. Es verdad que esto caracteriza a la sociedad “economizada” en la que vivimos, en la que el dinero es el valor de cambio por excelencia, y la envidia, la consolación nacional. Hablamos mucho de los políticos, casi siempre en forma de reproche y descalificación. Incluso está muy extendido decir que todos son esto, y lo otro, y lo demás allá, en un alarde de pereza intelectual y moral.

Hoy quiero elogiar las declaraciones de Carmen Forcadell, unos días después a haber sido condenada a once años y seis meses de prisión tras el juicio del procés.

Sus declaraciones me han parecido formidables por lo insólitas, por su carácter ejemplar, por su capacidad de autocrítica, por su fertilidad hacia un futuro necesario. Me voy a permitir elegir algunos de sus contenidos:

  • Nos equivocamos en el trato con los no independentistas, no supimos empatizar con ellos
  • Hay mucha gente que no es independentista que defiende las libertades y los derechos fundamentales, y que si los haces elegir entre Catalunya y España eligen España
  • Diagnosticamos mal la situación, fue un error el calendario que nos propusimos.
  • No me reconozco en los coches quemados. Hay que condenar enérgicamente, sin paliativos, la violencia.
  • Hago un llamamiento a la calma para hacer una reflexión profunda.
  • La defensa de la no violencia no es solo por convicción, que también, sino por eficacia: se consiguen mejor las cosas de manera pacífica.
  • Es momento de pensar racionalmente, porque las emociones no dejan razonar bien.

¿Quién entre los independentistas había hablado de esta manera?

¿Quién había hecho autocrítica de lo sucedido el uno de octubre de 2017 como lo hace ella en esta entrevista?

Carmen Forcadell da un paso en otra dirección, un primer paso de un largo recorrido que ella misma  y la clase política en la que está tendrán que hacer.

Elogio este primer paso de la ex presidenta del Parlament. Lo hago por convicción, porque el elogio es profundamente humano, porque ser crítico implica tanto censurar como aprobar, porque la vida relacional entre personas no debe quedar agotada en las reciprocidades contractuales.

 Pero también es instrumental, porque quiero que sea una defensa del elogio en el marco de la política, como una manera de hacer política saludable,

por la capacidad de influencia del elogio en nuestra manera de pensar y de comportar,

 porque deseo mucho que sea el primer paso de otros muchos que se tienen que dar en esta dirección para que podamos recomponer los destrozos de los últimos diez años, y de esta semana tenebrosa que ha seguido a la publicación y notificación de la sentencia del procés.

Y por puro pragmatismo, cuando lo que haces no funciona parece sensato hacer algo distinto. 

Lo que se debe decir, hay que ser valiente moralmente para decirlo: aunque te llamen traidor.

Carme Forcadell lo ha hecho: ha roto el maleficio político de que “lo que no se puede decir, no se debe decir”, que tanto amordaza a la mayor parte de los políticos.

Es fácil imaginar la importancia que tendría para la reorientación del problema en Cataluña que otros independentistas siguieran dando pasos en este mismo sentido. No ayuda a ello que guardemos silencio sobre las cosas dichas por Carme Forcadell. 

También me quiero referir a  Manuel Valls, que tuvo la osadía de ofrecer sus seis concejales gratuitamente,

sin condiciones,

para hacer posible la investidura como alcaldesa de Ada Colau y de esa manera impedir que resultase elegido un alcalde independentista, Ernest Maragall.

Lo que hizo Manuel Valls fue lo normal en un político profesional que tiene internalizado que hacer política es un servicio al país, pero resultó un comportamiento extraordinario  por lo inhabitual, que, meses después, aún resultaría engrandecido por la incapacidad de los partidos de pactar un Gobierno, lo que nos ha traído a las nuevas elecciones para el diez de noviembre.

Ya sé que está muy extendida la idea de que no se debe elogiar a las personas por el buen desempeño de su trabajo: me parece una idea moralmente equivocada y políticamente desmovilizadora. Y es que ya no somos lo bastantes grandes para saber elogiar, y menos para saber admirar (solo lo sabemos hacer con los muertos), como si todo aplauso del otro implicase la confesión de la relativa inferioridad o impotencia de uno mismo o confesión de una carencia.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.