Así que vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca, y ordena a las criadas que se apliquen al trabajo. El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa.
Ella quedose pasmada y se retiró de nuevo hacia dentro de la casa.
Homero, Canto I de la Odisea, página 370, en la versión de Carlos García Gual, Edición de Alianza Editorial 2004.
Como se aprecia, la “cosa” viene de lejos.
Desde hace muchos siglos el hombre ha silenciado a la mujer y ha dominado el relato de la Historia,
por eso
deshacer lo que han construido los siglos va a ser, está siendo, de larga duración, pues la “afectación” es tan intensa, tan íntima, tan profunda…que el cambio de exteriores y de superficies no será suficiente.
Una revolución no serviría;
es necesaria la transformación,
que ya ha empezado,
pero el pasmo de las mujeres todavía sigue en sus rostros, de la misma manera que “pasmada” quedó Penélope.
Lo primero que me llama la atención es la posición activa del joven Telémaco hacia su madre que, materialmente, la silencia con una orden en asunto tan directamente relacionado con una mujer, pues allí estaban los pretendientes a acostarse con ella ante el retraso en el regreso de Odiseo, a quien la ambición y lujuria de ellos daban por muerto.
Es obvia la discriminación existente entre hombres y mujeres que era generalizada ya entonces, pero es menos evidente “ver” (el aprendo a “ver” de Rilke en el Malte) el aprendizaje de hacer callar a las mujeres como actividad necesaria en el proceso del niño y del adolescente para hacerse hombre, y, con ello, alcanzar poder sobre las mujeres, de manera que el comportamiento de Telémaco es estratégico, es, a la vez, acto de afirmación masculina y acto constitutivo de poder, de vigilancia, de sumisión (Como dice Foucault el poder está por todos los lados).
Las estructuras políticas e institucionales son, también, masculinas, es decir, piramidales, jerárquicas, elitistas, basadas en el carisma individual, escasamente cooperativas, pues la cooperación exige justicia, reciprocidad, mutualidad. Luchar por la igualdad entre hombres y mujeres, desmasculinizar la sociedad exige, también, desmasculinizar las estructuras del Estado.
En el texto de la Odisea se capta perfectamente que Penélope quedó, sí, pasmada, se rebeló interiormente,
pero…,
con la cara de pasmo,
se retiró al interior de la casa,
cosa esta que está cambiando mucho, pues las mujeres, de manera creciente, se pasman, pero salen a la calle, reivindican más calle, y van tomando puestos en las exterioridades de la vida, puestos donde nunca estuvieron, aunque sigan habiendo muchos, quizá los más importantes, en los que todavía no están.
Salen a la calle y rompen su silencio de siglos sobre abusos sexuales y violaciones para acabar con la impunidad.
La batalla social y política de las mujeres no se ha detenido, ni lo va a hacer, me parece, acabamos de ver una muestra con la reacción al programa de Vox y a la complicidad con Vox de las otras derechas españolas.
Telémaco se hacía hombre obstaculizando el desarrollo de su propia madre, que seguía tejiendo y destejiendo. Esta conducta “activa” del hombre contra la mujer me parece que, afortunadamente, está yendo a menos, entre otras cosas porque las mujeres no se dejan (también por conciencia de los hombres),
porque se han ganado las mujeres la autonomía económica, aunque…persiste el silencio definitivo que producen los asesinatos de género y el mal trato previo que los acompaña (ya llevamos dos mujeres menos en este año, las primeras de otras que ¡!ay!! van a seguir).
El azul y el rosa siguen siendo colores de género: que mala noticia esta que nos llega desde Brasil. Iremos a peor si se sigue Bolsonarizando la política, con Vox ya ha empezado a hacerlo aquí, y con la derecha que pacta con tanta facilidad, prontitud y algarabía. De tanto hablar de Vox, la estamos agrandando, es decir, estamos, regalándoles, gratuitamente, existencia.