Primera Etapa

Visibilizar para ocultar sin cambiar

El cambio social, la superación de injusticias, errores o prejuicios sociales debería encontrarse en el centro de la práctica política más allá de su dimensión, por otra parte también necesaria, de la mera gestión y administración de recursos, políticas e instituciones. La política democrática construye la realidad porque, en principio, debería ser capaz de albergar la diferencia, el conflicto del sentido de las cosas y la confrontación de las partes. Estas partes litigantes, individuos o colectivos, deberían ser asumidas como iguales.

El presupuesto de la igualdad ha devenido imposible hoy; quizás siempre fue una quimera, un es ideal regulador al cual aspirar. La novedad es que ya nadie lo piensa ni lo espera. Hubo un tiempo, o no, en el que la visualización de un problema, de una injusticia o de las personas que sufrían exclusión, maltrato o que carecían del reconocimiento de su voz como miembro efectivo de la comunidad desencadenaba convulsiones transformadoras. No necesariamente revoluciones, si no cambio social tan parcial o local como se quiera, pero sí cierta discontinuidad o salto social.

Hoy visibilizar es divisa de permanencia de lo mismo. Mediante la ocultación de las condiciones materiales y del pensamiento que provocan el fenómeno que se quiere poner en el escenario de debate público, se incita la discusión mediática de síntomas. Por muy grave que éstos puedan ser, su agitación mediática nunca sana el tejido social porque la visualización no está conectada con una política democrática del conflicto en la que afloran las diferencias en plano de igualdad. La histerización es la reacción exagerada y superficial de la actividad política presente, exclusivamente orientada hacia gestionar las incidencias de moda, posiblemente sintomáticas, con rapidez igualmente mediática, para mantener un consenso mortecino.

Este consenso que aplana la inteligencia, que emerge del conflicto, no es democrático sino moralista y conformador de la subjetividad. Sólo importa tomar medidas inmediatas, sin debate ni análisis crítico; no hay espacio para la disidencia sobre la naturaleza del problema, ni los objetivos a tratar ni los medios a usar. Si la confrontación de ideas se hace imposible, tampoco lo es la solución del problema de fondo que quedará oculto bajo el manto de las tendencias acuciantes del momento. Los problemas irán emanando su corrosivo magma de tanto en tanto a través de las fisuras de los medios de comunicación. Pero de nuevo el aparato político “managerista” sellará la fuga y traerá un plácido consenso anti-democrático.

El movimiento “me too” nos brinda una ocasión excepcional para ilustrar el imperio del consenso, el exceso de la política de gestión, la falta de política democrática y el más que probable restablecimiento de la paz social que ocultará las condiciones de la problemática situación de la mujer, al tiempo que no cambiará nada. Sólo más moralina, más aparato jurídico-administrativo. La visualización de “me too” es el síntoma, de por sí grave, que emerge de una situación de la mujer digna de ser discutida en profundidad para determinar los objetivos y recursos necesarios: 30% menos de salario, techo de cristal, cosificación y comodificación en los medios, falta de apoyo social para la reproducción, abusos sexuales, violaciones y asesinato y no solo ni mayoritariamente en Hollywood… y también el orden simbólico de ser débil, secundaria, dependiente y por tanto, sujeto de ayuda, víctima. Al mismo tiempo, “me too” será entonces la pasta de sellar, en tanto que ocultará esas terribles condiciones, porque el aparato creará leyes más severas, menos debate, más intolerancia e incomprensión. Rápidas soluciones para que todo siga fluyendo igual: misma desigualdad pero con menos libertad.

¿Cómo hacer para que, al hacerse visible un problema, el aparato político de gestión deje de gestionar por un momento para que las partes en plano de igualdad lleven a cabo la actividad política necesaria para transformar la sociedad? Igual es mejor dejar de pedir soluciones a los papás como niños a quienes se les ha roto su juguete, y empezar a exigir debate y construir nuestra realidad social.

José Emilio Batista Barrios

Artículo escrito por José Emilio Batista Barrios, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.